Se podría decir, con un poco de arrogancia, que vivimos los
últimos meses del escenario político español surgido en los inicios de la
transición de 1975. No hay vuelta atrás; el bipartidismo histórico entre
Partido Popular (PP) y el Partido Obrero Socialista Español (PSOE) y su
hegemonía tiene los días contados por la irrupción de un nuevo tercio político
(Podemos) aún en crecimiento que quedará plasmado en las próximas citas electorales
de 2015. Si bien el avance de las minorías organizadas- que han cargado el
coste social de esta crisis económica sin fecha de termino (2007- ) son los
protagonistas del cambio político que se producirá, también es cierto, que nada
de esto sería posible sin la auto descomposición moral de una clase política
que se acostumbró a vivir exclusivamente para sus caprichos con dinero ajeno,
al peor estilo de los representantes de los ex países bananeros que ellos
siempre tanto criticaban para poner distancia entre un estado de derecho y los
excesos de las pequeñas democracias formales.
La memoria infame de estos años españoles está salpicada de redes
de corrupción política a todo nivel, masiva, confabulada con empresarios de
todo tamaño y en donde día a día siguen cayendo ante una justicia benévola los
representantes de la llamada casta
política, financiera y sindical. Lo mismo puede ser un político de las finanzas
pagando con una tarjeta VIP de Bankia un shawarma después de una larga noche o
un sindicalista asturiano de toda la vida que acumula entre huelgas y luchas
sociales 1,4 millones de euros. Lo mismo que la fortuna oculta de los Pujol y
sus turbios negocios, el ex patriarca catalán y parte de la sociedad aún
continúa en estado de shock, y sí, aquí en Barcelona algunos pocos siguen
pensando que esta es una campaña más motivada por el anticatalanismo sureño. A
estas alturas los sindicatos andaluces de CCOO y UGT aún no saben o no quieren
saber en que se gastaron más de 15 millones de euros que estaban destinados a
cursos de formación para desempleados que nunca se dictaron. La lista es
interminable y cruza todo el mapa político e ideológico, aquí el que quiso
cogió su tajada del pastel antes de que todo se fuera a la mierda porque así
saciaban su apetito por el dinero que entrega el poder.
Y a estas alturas si algo está claro es que estos personajes no se irán por su cuenta sino que
habrá que expulsarlos y los que quieran trabajar dignamente y ver reducidos sus
privilegios tendrán su opción ante la ciudadanía. No hay posibilidad de un
consenso social para seguir manteniendo una estructura podrida que se desmorona
con una intensidad galopante, a veces, con más fuerza que los sueños plausibles
de los eternos omitidos, los precarios de nuevo cuño que ya no son una
representación simbólica del capitalismo europeo sino que una nueva y masiva
clase social. No hay músculo social para una revancha revolucionaria, por lo
mismo, este es el tiempo de aprovechar las pequeñas oportunidades que brinda la
historia para encauzar un futuro colectivo y por lo menos poder decir por una
vez con convicción de victoria que esta vez si que no seguirán pasando.
Son tiempos para posicionarse políticamente y
abrir el desván de los sueños y pensar que quizás después de todo Sí se puede; disipar el miedo ante un
nuevo devenir político es la tarea de estos meses.
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