septiembre 26, 2008
Nueva York (oficina y denuncia)
Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato.
Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero.
Debajo de las sumas, un río de sangre tierna.
Un río que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.
Existen las montañas, lo sé.
Y los anteojos para la sabiduría,
Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.
Yo he venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de la cobra.
Todos los días se matan en New York
cuatro millones de patos,
cinco millones de cerdos,
dos mil palomas para el gusto de los agonizantes,
un millón de vacas,
un millón de corderos
y dos millones de gallos
que dejan los cielos hechos añicos.
Más vale sollozar afilando la navaja
o asesinar a los perros
en las alucinantes cacerías
que resistir en la madrugada
los interminables trenes de leche,
los interminables trenes de sangre,
y los trenes de rosas maniatadas
por los comerciantes de perfumes.
Los patos y las palomas
y los cerdos y los corderos
ponen sus gotas de sangre
debajo de las multiplicaciones;
y los terribles alaridos de las vacas estrujadas
llenan de dolor el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros.
Os escupo en la cara.
La otra mitad me escucha
devorando, orinando, volando en su pureza
como los niños en las porterías
que llevan frágiles palitos
a los huecos donde se oxidan
las antenas de los insectos.
No es el infierno, es la calle.
No es la muerte, es la tienda de frutas.
Hay un mundo de ríos quebrados
y distancias inasibles
en la patita de ese gato
quebrada por el automóvil,
y yo oigo el canto de la lombriz
en el corazón de muchas niñas.
Óxido, fermento, tierra estremecida.
Tierra tú mismo que nadas
por los números de la oficina.
¿Qué voy a hacer?, ¿ordenar los paisajes?
¿Ordenar los amores que luego son fotografías,
que luego son pedazos de madera
y bocanadas de sangre?
San Ignacio de Loyola
asesinó un pequeño conejo
y todavía sus labios gimen
por las torres de las iglesias.
No, no, no, no; yo denuncio.
Yo denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radian las agonías,
que borran los programas de la selva,
y me ofrezco a ser comido
por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.
del libro Poeta en Nueva York (1929-1930)Federico García Lorca.
septiembre 25, 2008
Especuladores ¿una copa?
Las estrellas fugaces de la información global abren y cierran sus despachos con la crisis del sistema financiero internacional, se habla poco de los especuladores del hambre y se sociabiliza con dramatismo las malas horas de los ex gigantes bancarios que no tenían un duro siquiera en la caja chica. Economistas y analistas del sistema capitalista se echan las manos a la cabeza y anuncian la debacle de la vida, en todos los puntos del planeta un locutor de palabra lacónica o un conductor de telediario, amargado por la cantidad de cifras que tiene que leer, imaginan que esto es el final; y se entregan con pasión al relato del pánico periodístico. Sí se pudieran estrujar tantas lágrimas derramadas en la hoja suelta agrupada bajo un nombre periodístico una familia subsahariana podría tener para beber durante semanas y no tener que desplazarse decenas de kilómetros para ir en busca del agua. Los eternos esperanzadores sociales de la igualdad de mercado, o los que han vivido esperando el estallido del sistema capitalista apuran una copa en algún bar o la calle y se van a dormir con la ingenua hipótesis de que mañana sí que será un buen día.
septiembre 20, 2008
"El País" del Eurocentrismo (o porque he dejado de comprarlo)
Hoy nuevamente he llegado al quiosco de prensa y he sido incapaz de coger el diario El País que regularmente compro hace más de cuatro años en el atomizado mercado de la prensa española. No es una rabieta ideológica ni un boicot económico residual de un precario decepcionado que pretende acabar con el Grupo Prisa y su esquizofrénico periodismo, sino una respuesta vital ante el constante bombardeo informativo que no hace otra cosa que intoxicar con noticias falsas y mezquinas sobre lo que realmente pasa en Bolivia y América Latina.
No me resulta ético seguir entregando ese euro con diez a las arcas de un periódico que le está jodiendo la vida a millones de latinos que sólo avanzan en la conquista de derechos sociales básicos que hasta el día de hoy nunca han tenido. Millones de pobres, campesinos, indígenas, marginales urbanos sobreviven al otro lado del charco con ese euro que les ha repartido el modelo neoliberal más furioso que se conozca y que ahora están dispuestos a cambiar. No es la moneda pero si el rostro del sufrido campesino del altiplano o el devenir del peón del oriente boliviano; que me recuerda que en aquellas tierras los ganaderos y latifundistas cómplices de dictaduras bolivianas siguen pagando en sus haciendas sueldos de hambre o sencillamente pagan en víveres o ropa escasa, el trabajo de sol a sol no conoce de días domingo o festivos.
El autodenominado Periódico Global en Español que podría hacer carne sus principios progresistas agitados con profusión en los temas valóricos de la política española, ha tomado partido por el mercado y sus representantes del oriente boliviano que hablan mucho de cruces, de familia, anuncian una guerra civil y no dudan en sentirse cómodos con la ideología falangista y un racismo real que ha pasado de las palabras, a las golpizas y de estas a las emboscadas de la muerte como en Pando.
Y la intoxicación informativa del Grupo Prisa también la llevan acabo en Bolivia a través del diario “La razón” utilizado como pasquín periodístico virulento que un día es capaz de manipular cifras económicas para agitar la campaña del terror y al otro día apoyar con soltura el quiebre institucional para reestablecer la injusticia social. El año pasado pude comprobar durante un mes su estrategia comunicacional que no es otra que la utilizada por el diario chileno El Mercurio desde finales de los sesenta hasta el 11 de septiembre de 1973 día en que los dólares de la CIA cumplieron su objetivo golpista. Ahora la agencia USAID y la embajada norteamericana intervienen descaradamente en Bolivia pero de eso nunca se hablará en el El País porque la hoja de ruta periodística hace mucho que no la marca la realidad ni la ética periodística de editores, columnistas, periodistas que defienden ideológicamente los intereses de las empresas privadas transnacionales españolas que ven peligrar sus márgenes de ganancia en el tercer mundo.
No se puede mentir tan descaradamente en las páginas internacionales, en las editoriales, en la tinta de los eternos colaboradores latinos de alma neoliberal (Castañeda, Vargas Llosa, Edwards, Baily?...) que escriben y escriben con soltura de procesos sociales que no conocen pero imaginan, no les importa pasarse toda una tarde en alguna feria del libro firmando libros como ególatras autómatas, pero si son capaces de desatar toda su frustración generacional y política vomitando a diario, ahí donde son invitados, sus credenciales neoliberales. El día en que El País abra su abanico eurocentrista recién podrá entender que pasa más allá, mientras eso no cambie su interés en la región siempre será utilitario, básico, sin mayor significado que la palabra Iberoamérica de la que tanto hablan.
Y resulta que ahora ese borde histórico del abismo que a nadie nunca le ha interesado y que se llama Bolivia, se ha transformado en el campo de operaciones especiales de la prensa seria internacional y sus grandes corporaciones financieras propagadores de la histeria política. Ellos seguirán dándole la espalda a esa transformación social que vive hoy Latinoamérica y en especial Bolivia, a ellos nunca les importará una revolución cultural en donde en los últimos dos años los programas de alfabetización han casi erradicado el índice de analfabetismo que en pleno siglo XXI era uno de los más altos del continente.
(publicado en www.Rebelión.org)
septiembre 17, 2008
Para la "prensa seria" que miente sobre Bolivia
Así mataron a los campesinos en Pando, hasta el momento se contabilizan 30 muertos y decenas de desaparecidos. El instigador de la masacre el Prefecto, Leopoldo Fernández, ha sido detenido por negarse a aplicar el estado de sitio y por la masacre en el pueblo de El Porvenir a orillas del río Tahuamanu. Estos son los "enfrentamientos" a los que tanto se remite la prensa seria internacional cuando hablan de Bolivia y el golpe civil del 11 de septiembre de 2008 del cual también ellos forman parte.
septiembre 14, 2008
Bolivia: “La masacre del cacique Leopoldo Fernández”
Manipulación informativa- intervencionismo norteamericano-silencio cómplice europeo
En estos momentos siguen apareciendo cuerpos perforados por la pólvora racista en Pando, en el oriente boliviano. Hasta el momento se han podido rescatar 15 cadáveres de indígen@s campesinos que fueron asesinados el día jueves once de septiembre mientras se desplazaban a una localidad cercana para participar en una asamblea social. Hoy la prensa internacional continúa hablando de enfrentamientos cuando lo que sucedió fue una emboscada cobarde por parte de los grupos fascistas de derecha que han iniciado su ofensiva militar con asesinatos racistas y atentados terroristas en los principales oleoductos bolivianos. Acaso los corresponsales no han escuchado los relatos de los que por milagro salvaron la vida y que hablan de bolivianos, brasileños y peruanos armados y actuando como escuadrones de la muerte que se movilizaban en vehículos institucionales y de la prefectura liderada por el ex compinche del dictador Bánzer y hoy prefecto de Pando, Leopoldo Fernández. Innumerables testimonios afirman que los que no murieron o han desaparecido en el monte, fueron violentamente golpeados por los grupos cívicos y luego trasladados a los edificios públicos para ser golpeados y torturados. O acaso tampoco prestaron atención a que en el escenario del crimen muchas voces dicen que los asesinos habían cavado una zanja en el sector presumiblemente para el inicio de la emboscada. Ahora la ciudad está en estado de sitio y los militares han sido desplazados para asegurar la integridad de la vida; toda una paradoja en la historia boliviana
Hoy domingo es posible afirmar que la cifra de muertos seguirá creciendo, hay muchos desaparecidos y al lugar de la matanza no se puede acceder porque aún ahí permanecen las bandas armadas con cobertura departamental. Leopoldo Fernández el eterno político boliviano de alma dictatorial que se reconvirtió en demócrata y ahora se disfraza de autonomista tiene las horas contadas porque por fin Evo ha reaccionado ante la sublevación civil-prefectural que ha pasado a la ofensiva civil armada. Desde el Palacio Quemado en La Paz se informa que recién en las próximas horas se tendrá el control total del departamento de Pando y su capital Cobija que hace días están en estado de sitio. Además el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, ha anunciado la detención del prefecto Leopoldo Fernández “por haber violado la constitución y por haber generado la sangrienta matanza de campesinos”
Ante esta realidad y las futuras batallas por defender el proceso de cambio social-cultural, que la población ha refrendado en las urnas una y otra vez en los últimos dos años, se hace necesario desintoxicarse de la operación política comunicacional que lleva a cabo en Bolivia el Diario La Razón dependiente del conglomerado español PRISA. En España su diario "El País" se encarga de manipular la realidad boliviana con el único objetivo de reinstaurar en Bolivia un sistema capitalista displicente con las inversiones extranjeras españolas.
Asistimos pues al termino de una semana negra para Bolivia y comienza otra aún más difícil en la cual los gobiernos sudamericanos movilizados por Buenos Aires respaldarán con solvencia al Gobierno democrático de Evo Morales y la legalidad vigente, dando así un respiro ante la conspiración diplomática norteamericana, sus socios autonomistas y los conglomerados de la prensa seria que escriben desde el eurocentrismo ideológico-neo capitalista. En estos momentos la suerte del Gobierno de Evo Morales y su proyecto social del cambio histórico radica en ese casi 70% de la población que ha legitimado una y otra vez la hoja de ruta boliviana que tanto la oligarquía empresarial criolla y sus grupos de choque de tinte fascista no quieren acatar.
septiembre 11, 2008
El último discurso de Salvador Allende
A continuación el último discurso de Salvador Allende desde el palacio de La Moneda que es bombardeado por los militares golpistas. Ocho minutos en donde las palabras y el orador se revuelcan en un cambio de la historia en donde no hay tiempos para escribir un discurso político porque la urgencia del tiempo así lo requiere.
Santiago, Chile : 11 de septiembre de 1973
Por la mañana temprano:
Mientras los militares sublevados copan la ciudad de Valparaíso, mi madre boliviana y su esposo chileno, asisten a las primeras contracciones de la nueva vida que se anuncia entre tanta muerte, muy cerca de Tomás Moro, lugar donde esta ubicada la residencia de Salvador Allende y su familia. Se viene el golpe militar auspiciado por la CIA, las transnacionales y la derecha fascista con una contundencia que muy pocos por entonces siquiera imaginan; el país despierta con un ojo en tinta antes de que una bala miserable agujeree los cuerpos día tras día. A esa hora mi madre que como buena boliviana ha asistido a decenas de sublevaciones militares – de estilo quito y pongo- en su país, aguanta con estoicismo el paso de las horas, esperando en vano a que todo se tranquilice en la historia republicana chilena. Ya desde temprano Allende se ha dirigido a su lugar de trabajo; el Palacio de La Moneda, los universitarios en sus facultades públicas corren de la asamblea a la radio; los obreros en sus fábricas y centros de producción esperarán por horas y horas las armas que nunca llegarían y que tanto discurso incendiario había prometido para defender las conquistas sociales del proyecto socialista que había llegado al gobierno por la vía democrática por primera vez en el mundo.
Medio día y tarde:
Una mujer de 23 continúa revolcándose en el silencio de su historia, afuera los militares ya están en las calles y disparan al que se mueve. Mi viejo ha intentado pedir ayuda, después de muchos amagos de banderas blancas y ráfagas milicas mi viejo por fin sale con mi madre desde el cité para ser trasladados a algún hospital. Interrogatorios y fusiles por debajo del vestido para comprobar que aquella enorme barriga a punto de desvanecerse es pura realidad. Ya para entonces los bombardeos aéreos a las radios públicas, a la casa de Allende de Tomás Moro, avecinaban lo que pasaría en el palacio de La Moneda. Si algo estaba claro entonces era que Salvador Allende no renunciaría, ni se asilaría. Se lo ve con su casco de combate y empuñando el fusil, se lo ve triste pero tranquilo, como aquel que se encamina al último callejón de la historia sabiendo que hasta aquí no más se llegó. Aquella tarde noche nació mi hermana en un hospital público, por las noches las ráfagas de un fusil militar agujerearon puertas y ventanas en un anuncio silencioso de la larga mano de la dictadura de Pinochet.
Mientras los militares sublevados copan la ciudad de Valparaíso, mi madre boliviana y su esposo chileno, asisten a las primeras contracciones de la nueva vida que se anuncia entre tanta muerte, muy cerca de Tomás Moro, lugar donde esta ubicada la residencia de Salvador Allende y su familia. Se viene el golpe militar auspiciado por la CIA, las transnacionales y la derecha fascista con una contundencia que muy pocos por entonces siquiera imaginan; el país despierta con un ojo en tinta antes de que una bala miserable agujeree los cuerpos día tras día. A esa hora mi madre que como buena boliviana ha asistido a decenas de sublevaciones militares – de estilo quito y pongo- en su país, aguanta con estoicismo el paso de las horas, esperando en vano a que todo se tranquilice en la historia republicana chilena. Ya desde temprano Allende se ha dirigido a su lugar de trabajo; el Palacio de La Moneda, los universitarios en sus facultades públicas corren de la asamblea a la radio; los obreros en sus fábricas y centros de producción esperarán por horas y horas las armas que nunca llegarían y que tanto discurso incendiario había prometido para defender las conquistas sociales del proyecto socialista que había llegado al gobierno por la vía democrática por primera vez en el mundo.
Medio día y tarde:
Una mujer de 23 continúa revolcándose en el silencio de su historia, afuera los militares ya están en las calles y disparan al que se mueve. Mi viejo ha intentado pedir ayuda, después de muchos amagos de banderas blancas y ráfagas milicas mi viejo por fin sale con mi madre desde el cité para ser trasladados a algún hospital. Interrogatorios y fusiles por debajo del vestido para comprobar que aquella enorme barriga a punto de desvanecerse es pura realidad. Ya para entonces los bombardeos aéreos a las radios públicas, a la casa de Allende de Tomás Moro, avecinaban lo que pasaría en el palacio de La Moneda. Si algo estaba claro entonces era que Salvador Allende no renunciaría, ni se asilaría. Se lo ve con su casco de combate y empuñando el fusil, se lo ve triste pero tranquilo, como aquel que se encamina al último callejón de la historia sabiendo que hasta aquí no más se llegó. Aquella tarde noche nació mi hermana en un hospital público, por las noches las ráfagas de un fusil militar agujerearon puertas y ventanas en un anuncio silencioso de la larga mano de la dictadura de Pinochet.
septiembre 09, 2008
Europa Blindada: El salto de las historias mínimas en Ceuta y Melilla
El siguiente reportaje es de septiembre de 2006 y da cuenta del abandono de inmigrantes subsaharianos en pleno desierto marroquí, esta es la historia de los que fracasaron en el salto de las vallas de Melilla y Ceuta. Esta es la crónica de otro abandono a la muerte.
Kani cruzó las vallas fronterizas que separan a Marruecos de la ciudad española de Ceuta en cuatro minutos. No sabe porque cronometró el tiempo, pero lo hizo. Echó a andar el mecanismo justo en el momento en que con más de ochocientos inmigrantes subsaharianos arrimaban las primeras escaleras- construidas artesanalmente con maderas del bosque y gomas de caucho - en la verja de tres a seis metros de altura que separan a la Europa comunitaria del caos desolado de África. La madrugada estaba estrellada en el mediterráneo y las farolas iluminaban los cuatro corredores fronterizos que había que saltar. Los sensores de movimiento estaban a punto de volver a chillar y el centenar de cámaras de seguridad se movían nerviosas al igual que la policía y los militares que reforzaban la zona a uno y otro lado del vallado. Sin embargo, todo aquello no los disuadió a dejarlo para otra vez; había que probar, que intentar cruzar la frontera económica más desigual del planeta – 15 puntos de diferencia en renta per cápita- y dejar atrás el zumbido constante de la muerte y la desesperanza que un buen o mal día los empujó a tomar la decisión de emigrar hacia la Europa desarrollada. Para así, asegurar el bienestar de la familia africana que se queda envuelta en la incertidumbre y con la sospecha de que aquella última imagen- en que se los ve alejándose con sus bolsos por las calles polvorientas del barrio- significa mucho más que un hasta luego.
Y vienen desde Malí, Ghana, Níger, Guinea, Burkina Faso, Camerún, Senegal, Guinea Conakril, Gambia, Nigeria, Benín… en un viaje transfronterizo en que no sólo se van los meses y los años, sino que la vida y los amigos del éxodo silencioso que van cayendo por el camino sin siquiera haber visto con sus ojos la maldita verja y el mar mediterráneo. Sus cuerpos quedan sepultados bajo la arenilla fina del desierto con el manto de silencio que acompaña a los viajes de la emigración subsahariana que intenta penetrar en las ciudades españolas extra peninsulares de Ceuta y Melilla: la frontera Sur de la Unión Europea en territorio africano. Los cuerpos de otros muchos (no hay cifras exactas pero organismos europeos hablan de más de nueve mil muertos desde 1998) que intentan cruzar al otro lado del mediterráneo a bordo de una patera naufragan en el intento. Cada vez las travesías marítimas de la emigración clandestina son más largas y peligrosas a medida que España extiende su Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE) por las costas de Andalucía y las Islas Canarias. La Europa blindada en su expresión más técnica y evidente se basa en la videovigilancia, bases de datos, vallas, espacios de seguridad, helicópteros, deportaciones conjuntas y masivas, patrulleras, sensores térmicos de última generación, acuerdos de deportación, restricciones del derecho a asilo político, dilatación de los trámites de reagrupación familiar, criminalización del colectivo inmigrante a través de la prensa…, la inmigración (legal/ilegal) en Europa hace mucho que se definió como un problema a la altura del terrorismo. No hay cumbre euromediterránea, euroafricana, iberoamericana, euroasiática, donde no este presente la cruzada occidental contra el complejo tema de la inmigración que cohesiona al abanico político europeo.
Es la madrugada del jueves 29 de septiembre de 2005. Cientos de jóvenes inmigrantes subsaharianos vuelven a romper el perímetro de seguridad en la ciudad de Ceuta, han dejado atrás el bosque marroquí Bel Younech o Mariguari, donde malviven a la espera de una oportunidad y han iniciado el salto en la zona conocida como Finca Berrocal (Ceuta) donde aún la valla mide 3,5 metros de altura. Sólo en los últimos dos días más de 500 de sus compañeros subsaharianos tras saltos masivos, desesperados y coordinados por telefonía móvil han logrado penetrar en la Europa fortaleza tras saltar las vallas de Melilla (casi 25.000 inmigrantes han logrado entrar desde 1995 en Ceuta). Lo han conseguido después de años de viaje y de vivir escondidos en el monte Gurugú en improvisados campamentos que una y otra vez desarman por el asedio de la policía marroquí que no sólo los golpea, los deporta a la frontera desértica con Argelia, sino que también les roba lo poco que tienen y corta los suministros de agua al custodiar la vertiente natural que apaga la sed de los desplazados económicos1. Lo han logrado pese al ruido incesante de los fusiles Cetme con bocachas de la Guardia Civil española que disparan pelotas de goma, a los botes de humo reventando por doquier, a las porras policiales sacando brillo a los rostros y cuerpos morenos y al plomo policial que mata en la impunidad fronteriza. Ni siquiera las concertinas de espina metálica que están enrolladas en lo alto de las vallas y que cercenan la piel a navajazos pudieron detener a la muchedumbre negra y hambrienta que rompió durante semanas el perímetro de seguridad, que en pleno siglo XXI, aún delimita a la vida de la muerte.
Y Kani y el millar de historias mínimas que esa madrugada del jueves 29 intentan el salto no saben que ellos y su sobrevivencia han trastocado la agenda política, mediática y las conversaciones en los bares españoles. Se habla de “invasión”, de “avalanchas de ilegales”, de “asaltos a la frontera española”, de “nula colaboración marroquí para detener a los sin papeles”. Las imágenes de los cuerpos ensangrentados de los subsaharianos vagando por las calles de Melilla colman de histeria eurocentrista la frágil memoria histórica española que ya no quiere saber nada de pobres y calamidades del tercer mundo.
Y ellos, sólo van rumbo a la comisaría de policía por una orden de expulsión que no se podrá ejecutar porque España no tiene convenios de repatriación con sus países de origen y Marruecos- hasta aquellos días- no los readmite. Lo normal es que luego pasen a ingresar en el Centro de internamientos para Extranjeros (CETI) y de ahí esperar meses, años algunos, por un vuelo silencioso que los deposita en alguna ciudad española (el año pasado 8.716 personas) para que se busquen la vida con el rótulo de sin papeles y así inicien otro viaje también incierto.
Horas antes del salto, a las diez de la noche del miércoles 28 de septiembre, el Presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, desde el palacio de La Moncloa da la orden de que cuatro compañías de regulares y Legionarios (720 efectivos) vigilen las fronteras españolas de Ceuta y Melilla armados con sus fusiles H & K, además aprueba la construcción de otra verja “inexpugnable”, pero por sobre todo, aumenta la presión sobre Marruecos para que frene los saltos de “ilegales”; la VII cumbre hispano marroquí de alto nivel que se celebra en esos días en Sevilla se transforma así en un monográfico sobre la inmigración clandestina. Horas antes de la respuesta de Zapatero a la crisis humanitaria que estaba en proceso, su secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, advertía ante el parlamento español. “Es altamente probable que, a pesar de una diligente, profesional y proporcionada actuación de los agentes policiales, puedan sobrevenir situaciones no deseadas, no sólo en la integridad física de los asaltantes, sino también de los agentes”.
Y la premonición política- policial de Camacho se cumplió en la madrugada del jueves 29 de septiembre. Cinco subsaharianos fueron asesinados en el intento de saltar la valla fronteriza de Ceuta. Kani y otros 216 lo lograron, 46 de ellos heridos, al otro lado de la verja más de160 resultaron heridos y otros cientos fueron acorralados y detenidos por la policía y el ejército marroquí en una cacería de negros que se extiende hasta hoy. Tres murieron de lado marroquí y dos de lado español, todos por impacto de bala y postas según las autopsias. Uno de los inmigrantes subsaharianos permaneció enganchado en lo alto de la concertina de espino metálica durante horas en territorio español. De nada le sirvieron los dos pantalones, cuatro chalecos y el pasamontañas que le cubría la cabeza, ante la respuesta del plomo policial. Era de Camerún, su cuerpo no tenía más de veinte años de capitalismo periférico acumulado y murió mientras ejercía su derecho a emigrar (artículo 13 de la declaración universal de los Derechos Humanos, 1948) y rasgar con sus propias manos el telón de bienestar del primer mundo.
La historia se repitió una semana después. El jueves 6 de octubre seis subsaharianos también de madrugada mueren tiroteados en las inmediaciones de la valla de Melilla por las fuerzas policiales marroquíes. Catorce horas después de aquel salto masivo y cada vez más desesperado, el Ministerio del Interior marroquí en una breve declaración da a conocer el hecho y expresa que sus fuerzas de seguridad destinadas a impedir el salto de clandestinos “se vieron obligadas a hacer uso de sus armas en legítima defensa”. Ese mismo día Marruecos –no lo había hecho en quince años- acepta la devolución de 73 inmigrantes subsaharianos que son deportados desde España contraviniendo la normativa legal para estos casos. Desde Bruselas también llega la confirmación de que los 40 millones de euros que Marruecos espera desde hace años para reforzar la seguridad de sus fronteras serán transferidos en breve por la Unión Europea para combatir a todos aquellos hombres y mujeres que no disponen de un código de barras Schengen.
Aquel fue el último salto masivo de los inmigrantes subsaharianos sobre las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla.
¿A donde los llevan a morir?
Los primeros testimonios de lo que verdaderamente estaba sucediendo con los inmigrantes subsaharianos, que habían fracasado en su intento por saltar la valla y habían caído en la cacería policial marroquí, llegaron también por móvil en los primeros días de octubre y de ahí no pararon hasta finales de mes.
La presión diplomática española y de la Unión Europea para que Marruecos aplacara la presión migratoria en su territorio causó efecto rápidamente. En pocos días el Reino Alahuita destruyó los campamentos de los subsaharianos, talo los bosques cercanos a la valla, realizó redadas extensivas por las zonas rurales y urbanas de todo el norte marroquí y detuvo a todo negro subsahariano fuera ilegal, legal, demandante de asilo político o bajo la protección certificada de ACNUR, no hubo contemplación ni siquiera con los heridos, las mujeres o algunos niños. Las caravanas de la muerte cargadas de inmigrantes subsaharianos se pusieron en marcha desde toda la cartografía norte de Marruecos. Iban esposados, con hambre, las heridas abiertas y el alma rota tras comprobar por las ventanillas del autobús como las luces de Ceuta o Melilla cada vez parpadeaban con menos intensidad mientras los autobuses se internaban en el desierto con destino desconocido. Hasta entonces era costumbre que la policía marroquí deportara a los sin papeles hacía la ciudad marroquí de Oudja fronteriza con Argelia. Luego los invitaban a cruzar hacía el otro lado de una frontera que permanece cerrada desde 1994 por diferencias profundas entre Rabat y Argel. Y pese a ello, una y otra vez, los deportados, los eternos pasajeros en tránsito volvían a recorrer los 120 kilómetros que separan a Oudja de Melilla. Sólo eran cinco días de viaje a pie. Esta vez todo sería distinto.
Delante de nosotros sólo hay arena, piedras, colinas y mucho sol” así describía, Phillippe Tamouneke, su situación y la de centenares de compañeros que habían sido abandonados en pleno desierto fronterizo por la policía marroquí después de recorrer cientos de kilómetros de viaje esposados y sin ayuda médica o alimentos en las caravanas de autobuses. Con su teléfono móvil que había podido camuflar, el congoleño contactó con los miembros de Médicos Sin Fronteras (MSF) que desde hace más de dos años tienden una mano mucho más que sanitaria al colectivo migrante que realiza las rutas clandestinas de la emigración africana. El 7 de octubre dos médicos y un ayudante de la organización de MSF localizan a más de 500 subsaharianos hambrientos, sedientos y en pleno desierto fronterizo con Argelia en la localidad de Ouina- Souatar. Aquellas primeras fotografías realizadas por los miembros de MSF a los subsaharianos que iban apareciendo por el desierto en búsqueda de agua y comida fueron el testimonio gráfico de que la pesadilla era una realidad y no una burda campaña comunicacional orquestada por las ONGs, colectivos sociales y los portales de información independientes que desde hace día venían denunciando las deportaciones masivas de los inmigrantes hacía el interior del desierto.
Tres días más tarde un reducido grupo de periodistas y activistas de la Asociación de Amigos y familiares de las Víctimas de la Inmigración Clandestina (AFVIC), que se habían internado en las desérticas carreteras marroquíes logran dar con los autobuses de la muerte mientras estos repostan combustible para seguir con su viaje secreto y su cargamento de seres humanos.
Y ahí están ellos nuevamente; desesperados, sedientos, pidiendo ayuda en francés, español, inglés, olof, árabe. Sus manos negras agitan las botellas plásticas vacías de agua, van esposados de a dos y con los rostros inflamados de miedo e incertidumbre. Una mujer logra sacar medio cuerpo por la ventanilla pequeña y en un trance real, entre la vida y la muerte, repite por largos minutos con desgarro help, help, help mientras socializa al mundo televisado su pena inmensa. Ella y los niños no saltan la valla sino que intentan cruzar por los peligrosos acantilados de Melilla o en patera surcando las aguas del estrecho.
Otro joven subsahariano no aguanta más y se lanza fuera del autobús mientras su compañero de cadenas queda al interior de este con su mano extendida al vació. Todos deben saber que está gente nos está matando- grita otro hombre- aprovechando la presencia de los periodistas. Miembros de la AFVIC colocan su cuerpo sobre el asfalto para impedir que los autobuses de la muerte inicien nuevamente la marcha. No lo logran.
Rabat, Madrid, Bruselas, el desierto del Sahara y el Frente Polisario
La diplomacia española y europea exige el respeto de los derechos humanos para con los inmigrantes de parte del gobierno marroquí, éste a su vez contesta que esta resolviendo un problema que aqueja a la vieja Europa a petición de ellos mismos. Finalmente desde Rabat sale la orden para que los militares vayan en búsqueda de los que abandonaron días antes para reagruparlos en ciudades como Bouârfa, Bouâname, Taouz, Oujda. Los que son ciudadanos de Malí y Senegal (más de un millar) son separados del resto porque a última hora y bajo la presión humanitaria y económica de la diplomacia sus países se han apresurado en firmar acuerdos de repatriación y ordenado a sus cónsules que dejen los despachos y vayan al desierto a localizar compatriotas.
El resto son nuevamente subidos a los autobuses de la muerte que terminan por abandonarlos en el desierto más inhóspito del sur después de dejar atrás las ciudades de Smara y Aargub, esta última a más de 1.650 kilómetros de Ceuta. Los llevan ahí donde las cámaras de televisión, ni las ONGs., ni siquiera un equipo del alto comisionado de la ONU para los refugiados y desplazados puede llegar. El mismo día en que el Vicepresidente de la Comisión Europea, Franco Frattini, alertaba a los ministros de interior y justicia de los países miembros que más de 30 mil emigrantes africanos esperaban en Argelia y Marruecos su oportunidad para entrar en la Unión Europea, se confirmaba la noticia de que centenares de ellos estaban perdidos y muriendo en la zona del Sahara Occidental, después de ser abandonados tras el muro de defensa marroquí que enclaustra al pueblo saharahui.
Entre estos dos puntos una extensa franja de desierto plagada de minas antipersonales que dejó sembradas el ejército colonial español antes de su retirada en 1976, otras miles han sido plantadas con los años por Marruecos que no acepta la independencia del pueblo saharaui y ocupa desde entonces el Sáhara Occidental saltándose las resoluciones de Naciones Unidas. Precisamente la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO) destacada en la zona entra de lleno en la localización de los subsaharianos que cuentan por telefonía móvil como algunos de sus compañeros de travesía han muerto, mientras intentan buscar algún detalle geográfico en la inmensidad del desierto que pueda distinguir el lugar donde se encuentran perdidos. Los helicópteros de la MINURSO sobrevuelan el muro minado que separa a la zona controlada por Marruecos de la del Frente Polisario, encuentran grupos dispersos pero ninguno pertenece a quien ha originado la llamada de auxilio. Centenares de subsaharianos quedan en manos del Frente Polisario quien les brinda ayuda humanitaria y los cobija hasta que ellos mismos decidan si volver a casa o emprender rumbo al norte por una nueva oportunidad de saltar al otro lado del abismo.
Ahora es el turno de la alta diplomacia europea que está a punto de firmar con Marruecos un convenio de deportación para devolver a todos aquellos que llegan a Europa desde su territorio. Se afinan acuerdos de expulsión con los países africanos para que acepten la devolución de los que han fracasado en su intento por convertirse en emisores de remesas que equilibran las periféricas economías subsharianas post-coloniales. Muchos piensan en un plan Marshall para el continente africano, mientras paralelamente se debate en privado la idea de Tony Blair
- rechazada en 2003- de crear Centros de acogida -internamiento- de inmigrantes africanos en los países de tránsito, se intenta con esto, deslocalizarlos, atajarlos, antes de que puedan siquiera llegar a divisar la verja fronteriza de Ceuta o Melilla o embarcarse en una patera saturada de historias mínimas que zarpa desde las costas libanesas hacia la isla italiana de Lampedusa.
Las muertes de Ceuta y Melilla y la posterior deportación y abandono en el desierto de millares de inmigrantes subsaharianos dejaron de aparecer en los medios con el transcurso de los días y a medida que los primeros coches de fuego comenzaban a iluminar los barrios populares de París habitados en su mayoría por chicos franceses de origen magrebí y subsahariano que saldaban otro tipo de cuentas con el modelo de exclusión social francés.
¿ A donde los lleváis a morir?
“Los equipos de Médicos del Mundo localizaron anoche a 16 inmigrantes subsaharianos al norte de Mauritania que se dirigían a través del desierto hacia la ciudad de Nouadhibou. Según las declaraciones de sus integrantes procederían de Ghana, Burkina Faso y Sudán y formarían parte de un grupo de 73 personas que habían partido en cayuco desde Nouadhibou con la intención de llegar a Canarias. Esta embarcación habría quedado a la deriva durante 15 días hasta que fue interceptada por las autoridades marroquíes y los 40 supervivientes fueron encarcelados en ese país. Según sus testimonios, las 33 personas restantes habrían muerto durante la travesía. A la luz de las informaciones facilitadas por los inmigrantes localizados, Médicos del Mundo teme que Marruecos pueda expulsar a un segundo grupo de veinte personas que formarían parte del contingente de inmigrantes que viajaba en el cayuco.
(Médicos del mundo 08/09/2008 trabajando en terreno)
Otra vez se repite la historia. Mientras escribo estas líneas desde mi comodidad, otros inmigrantes vagan en un desierto extenso, plagado de minas, con hambre y la desorientación geográfica que se transforma en terror al comprobar que la condición humana no es más que una anécdota en el transito migrante. Otra vez asistimos a una tragedia silenciosa y otra vez regrsa la pregunta ¿ A dónde los lleváis a morir?
septiembre 06, 2008
CLUB PAPILLON
(Santiago de Chile, domingo 7 de septiembre de 1986, atentado a Pinochet)
Primera parte
Nuestros padres de la infancia ochentona se han vuelto a levantar temprano para comprar El Mercurio y sus ofertas laborales. Llegan a casa con el diario bajo el brazo, pan, algo de mortadela para el desayuno y envueltos en una notoria ansiedad que no parará hasta la noche, hasta el momento en que se sienten en el comedor con un bolígrafo en la mano para marcar las escasas ofertas laborales que se presentan en el horizonte mediato. Los que han logrado romper el cerco de la cesantía crónica sufren los estragos del boom económico a través de la UF y los sueldos de hambre que sólo sirven para mitigar la vida y las deudas con el banco que no deja de remitir avisos de cobranza, embargo y remate del sueño efímero de la casa propia.
Sólo los volantines surcando los cielos populares han iluminado este domingo de septiembre que para media tarde aún es comúnmente normal. Almuerzos familiares a la chilena; carnaval de alegrías y derrotas en el brindis del tinto en los pequeños patios interiores, algunas risas y bostezos de cansancio ante la pesadilla eterna de la dictadura militar. Afuera, los críos nacidos bajo la bota milica, correteamos coligüe en mano en la búsqueda de algún papalote a la deriva o improvisamos una pichanga a media calle. De vez en cuando se interrumpen los juegos para ir en ayuda de los borrachos de toda una infancia que salen del semi clandestino los cufifos y caen abatidos a media calle producto de una borrachera de alcohol y tristeza.
Es el domingo 7 de septiembre de 1986. En algunas casas del pasaje ya han instalado la bandera chilena en los mástiles pintados de blanco que luego han encajado en una esquina del techo. La calle, la vida y la infancia están llenas de símbolos que uno va almacenando en la aún pequeña despensa de la memoria. Gestos como el de la bandera saludando a la patria milica y no ultrajada por estos, o el de tres monedas de 100 pesos que uno ha visto en la mesita de centro para que la madre invente un almuerzo familiar. O la imagen de los pacos arriba de las tanquetas dirigiendo la represión desde su púlpito; algún gol de Caszely, los primeros besos, la cortina musical de la radio Cooperativa anunciando quizás otra tragedia. Los pinochetistas del barrio y los que están en vías de serlo no devuelven la pelota, y si lo hacen, entierran un cuchillo en el balón antes de lanzarlo hacía afuera. Aquella es su manera de saldar cuentas con la chiquillada popular, con los apagones, con el insomnio que les provocan las ráfagas de su adorada disciplina que a veces sólo amainan al amanecer.
Otros se han endeudado hasta el culo con la financiera Atlas para poder comprarse un coche con el cual ir a la iglesia, al supermercado y así poder llevar a la familia a visitar a la parentela que vive al otro lado de la ciudad. Y no importa que el coche con los asientos aún envueltos en plástico se utilice sólo el fin de semana porque no alcanza el dinero para la bencina, aquellos hombres de mediana edad son felices al contemplar el fetiche comercial cada vez que vuelven del trabajo y lo ven ahí tan brillantemente estacionado en el ante jardín de su casa pareada con sus rojos ladrillos princesa. El fin de semana montan a la tropa en el coche y se deslizan por Américo Vespucio hacía arriba, rumbo al Parque Arauco. Siempre van con la vista enfocada en el asfalto y su intermitente línea blanca, sólo la levantan cuando ya han cruzado Tobalaba, les deprime la postal polvorienta y hacinada que presenta Américo Vespucio cuando se viene avanzando desde el sur de la capital. Cada vez soportan menos el caos de la Gran Avenida, el ordinario ambiente de Santa Rosa, y los peladeros eternos del parque La Bandera, el 14 de Vicuña Mackenna, Quilín, Grecia, Peñalolén..
La intuición es una de nuestras mejores armas contra el silencio de los padres que están cagados de miedo luego del golpe del 73, con sólo nombrar la palabra política estallan las alarmas y cambian el tema, a veces, indignados después de otro asesinato contra algún opositor que sale en las noticias comienzan a hablar críticamente de la situación, se desbandan, esbozan un rayado de cancha A través de pequeños gestos simbólicos van cincelando nuestra memoria infantil; llegar a casa y ver los neumáticos apilados en el patio interior a la espera de alguna protesta, los cacerolazos, el despertar madrugador de todos los once de septiembre para acostarnos en su cama y desde ahí, desde esa burbuja pasajera, oír por radio Cooperativa la retransmisión de aquel 11 de septiembre de 1973. Y así desde niño, uno sin saberlo, va almacenando esos retazos de historia que luego se convertirán en piezas indispensables para armar el rompecabezas de la historia chilena de las últimas cuatro décadas.
Pero las cacerolas del barrio se van apagando a medida que los escaparates del centro se comienzan a llenar de oportunidades para el progreso personal. La dictadura lentamente va consiguiendo privatizar el conflicto social en los bordes del Santiago frustrado, clava una estaca en el cuerpo social que se había cohesionado en algunos momentos más por el hambre que por la conciencia política.
Hoy todos los macarras del pasaje nos recogeremos temprano para ver La guerra de las galaxias en el canal nacional. Aquello es un verdadero regalo para los que no podemos ir con regularidad al cine y estamos condenados a esperar alguna película en la reducida oferta televisiva chilena que no se conforma con mentir en los noticieros, sino que también ameniza nuestras noches con un topo Gigio cada vez más viejo y cansado que nos desea con ternura las buenas noches mientras las aspas del helicóptero policial vuelven a sobrevolar los techos y remecer los vidrios mal encajados. Aquella noche no fue posible ver la dichosa película norteamericana porque alguien de la censura seguramente pensó que el horno, en este caso, las 525 líneas, no estaban para bollos de Jedi contra el imperio, menos después de lo que había sucedido a 40 kilómetros de Santiago cuando el General volvía de su residencia de vacaciones con su comitiva de seguridad.
A partir de las siete de la tarde el domingo silencioso comenzó a ser quebrado por un incesante ulular de sirenas y el razante vuelo de helicópteros que iluminaban una y otra vez los contornos del sur de una capital con alma triste que conectaba con el camino al sitio cordillerano del Cajón del Maipo. Recuerdo que mi viejo después de unos minutos encendió la radio y ya Cooperativa estaba informando sobre un posible atentado contra Pinochet y su comitiva. Recuerdo perfectamente que los primeros minutos de las primeras noticias se vivieron en casa con incredulidad y una que otra sonrisa; una imagen más cercana para intercalar en el largometraje de la represión que uno venía viendo desde que había nacido.
Yo me apresuré a encender el televisor y sintonizar el canal nacional y fue entonces cuando apareció aquel texto con la pantalla fundida en azul y negro. “Cítase a reunión a los miembros del Club Deportivo Papillon, en Colina..” Quizás aquel mensaje habrá durado un minuto, no lo sé, puede que más, lo único que imagine en aquel momento era que aquello era extraño, pero más raro aún era que no pusieran la película. Porque, que tenía que ver la guerra de las galaxias con el atentado a Pinochet que ya para entonces había aparecido en televisión con la mano vendada, envuelto en miedo e incredulidad. Parado junto a sus mercedes Benz blindado le explicaba al periodista y este a la gran familia chilena que en aquel cristal no sólo había rebotado el cohete locker, sino que ahí mismo se le había aparecido la virgen a mí general…
Después de años se supo que aquello nunca fue un problema de continuidad o una tanda publicitaria más que no se sostenía por sí misma. Aquellos destinatarios del mensaje oficial transmitido a todo un país no era más que el llamado de Pinochet y sus cómplices civiles para que los boynas negras se dirigieran al punto de encuentro para proteger al dictador y escarmentar a la población con otra ola de asesinatos, persecuciones y desaparecimientos. Aquel atentado cometido por una unidad del Frente Patriótico Manuel Rodríguez fracasó operativamente pero sin lugar a dudas dinamizó a los negociadores de la futura democracia que volvería a Chile en 1990. Aquella noche en muchas casas y pese al fracaso de la “Operación siglo XX” se brindó por todos aquellos hombres y mujeres que se habían decidido a actuar y que venían desde hace años entregando sus jóvenes vidas en la lucha contra la dictadura. Un pequeño brindis mientras la ciudad volvía al estado de sitio y el control militar.
(fotografía de Hector López, protestas populares, población La Victoria, 1986)
Primera parte
Nuestros padres de la infancia ochentona se han vuelto a levantar temprano para comprar El Mercurio y sus ofertas laborales. Llegan a casa con el diario bajo el brazo, pan, algo de mortadela para el desayuno y envueltos en una notoria ansiedad que no parará hasta la noche, hasta el momento en que se sienten en el comedor con un bolígrafo en la mano para marcar las escasas ofertas laborales que se presentan en el horizonte mediato. Los que han logrado romper el cerco de la cesantía crónica sufren los estragos del boom económico a través de la UF y los sueldos de hambre que sólo sirven para mitigar la vida y las deudas con el banco que no deja de remitir avisos de cobranza, embargo y remate del sueño efímero de la casa propia.
Sólo los volantines surcando los cielos populares han iluminado este domingo de septiembre que para media tarde aún es comúnmente normal. Almuerzos familiares a la chilena; carnaval de alegrías y derrotas en el brindis del tinto en los pequeños patios interiores, algunas risas y bostezos de cansancio ante la pesadilla eterna de la dictadura militar. Afuera, los críos nacidos bajo la bota milica, correteamos coligüe en mano en la búsqueda de algún papalote a la deriva o improvisamos una pichanga a media calle. De vez en cuando se interrumpen los juegos para ir en ayuda de los borrachos de toda una infancia que salen del semi clandestino los cufifos y caen abatidos a media calle producto de una borrachera de alcohol y tristeza.
Es el domingo 7 de septiembre de 1986. En algunas casas del pasaje ya han instalado la bandera chilena en los mástiles pintados de blanco que luego han encajado en una esquina del techo. La calle, la vida y la infancia están llenas de símbolos que uno va almacenando en la aún pequeña despensa de la memoria. Gestos como el de la bandera saludando a la patria milica y no ultrajada por estos, o el de tres monedas de 100 pesos que uno ha visto en la mesita de centro para que la madre invente un almuerzo familiar. O la imagen de los pacos arriba de las tanquetas dirigiendo la represión desde su púlpito; algún gol de Caszely, los primeros besos, la cortina musical de la radio Cooperativa anunciando quizás otra tragedia. Los pinochetistas del barrio y los que están en vías de serlo no devuelven la pelota, y si lo hacen, entierran un cuchillo en el balón antes de lanzarlo hacía afuera. Aquella es su manera de saldar cuentas con la chiquillada popular, con los apagones, con el insomnio que les provocan las ráfagas de su adorada disciplina que a veces sólo amainan al amanecer.
Otros se han endeudado hasta el culo con la financiera Atlas para poder comprarse un coche con el cual ir a la iglesia, al supermercado y así poder llevar a la familia a visitar a la parentela que vive al otro lado de la ciudad. Y no importa que el coche con los asientos aún envueltos en plástico se utilice sólo el fin de semana porque no alcanza el dinero para la bencina, aquellos hombres de mediana edad son felices al contemplar el fetiche comercial cada vez que vuelven del trabajo y lo ven ahí tan brillantemente estacionado en el ante jardín de su casa pareada con sus rojos ladrillos princesa. El fin de semana montan a la tropa en el coche y se deslizan por Américo Vespucio hacía arriba, rumbo al Parque Arauco. Siempre van con la vista enfocada en el asfalto y su intermitente línea blanca, sólo la levantan cuando ya han cruzado Tobalaba, les deprime la postal polvorienta y hacinada que presenta Américo Vespucio cuando se viene avanzando desde el sur de la capital. Cada vez soportan menos el caos de la Gran Avenida, el ordinario ambiente de Santa Rosa, y los peladeros eternos del parque La Bandera, el 14 de Vicuña Mackenna, Quilín, Grecia, Peñalolén..
La intuición es una de nuestras mejores armas contra el silencio de los padres que están cagados de miedo luego del golpe del 73, con sólo nombrar la palabra política estallan las alarmas y cambian el tema, a veces, indignados después de otro asesinato contra algún opositor que sale en las noticias comienzan a hablar críticamente de la situación, se desbandan, esbozan un rayado de cancha A través de pequeños gestos simbólicos van cincelando nuestra memoria infantil; llegar a casa y ver los neumáticos apilados en el patio interior a la espera de alguna protesta, los cacerolazos, el despertar madrugador de todos los once de septiembre para acostarnos en su cama y desde ahí, desde esa burbuja pasajera, oír por radio Cooperativa la retransmisión de aquel 11 de septiembre de 1973. Y así desde niño, uno sin saberlo, va almacenando esos retazos de historia que luego se convertirán en piezas indispensables para armar el rompecabezas de la historia chilena de las últimas cuatro décadas.
Pero las cacerolas del barrio se van apagando a medida que los escaparates del centro se comienzan a llenar de oportunidades para el progreso personal. La dictadura lentamente va consiguiendo privatizar el conflicto social en los bordes del Santiago frustrado, clava una estaca en el cuerpo social que se había cohesionado en algunos momentos más por el hambre que por la conciencia política.
Hoy todos los macarras del pasaje nos recogeremos temprano para ver La guerra de las galaxias en el canal nacional. Aquello es un verdadero regalo para los que no podemos ir con regularidad al cine y estamos condenados a esperar alguna película en la reducida oferta televisiva chilena que no se conforma con mentir en los noticieros, sino que también ameniza nuestras noches con un topo Gigio cada vez más viejo y cansado que nos desea con ternura las buenas noches mientras las aspas del helicóptero policial vuelven a sobrevolar los techos y remecer los vidrios mal encajados. Aquella noche no fue posible ver la dichosa película norteamericana porque alguien de la censura seguramente pensó que el horno, en este caso, las 525 líneas, no estaban para bollos de Jedi contra el imperio, menos después de lo que había sucedido a 40 kilómetros de Santiago cuando el General volvía de su residencia de vacaciones con su comitiva de seguridad.
A partir de las siete de la tarde el domingo silencioso comenzó a ser quebrado por un incesante ulular de sirenas y el razante vuelo de helicópteros que iluminaban una y otra vez los contornos del sur de una capital con alma triste que conectaba con el camino al sitio cordillerano del Cajón del Maipo. Recuerdo que mi viejo después de unos minutos encendió la radio y ya Cooperativa estaba informando sobre un posible atentado contra Pinochet y su comitiva. Recuerdo perfectamente que los primeros minutos de las primeras noticias se vivieron en casa con incredulidad y una que otra sonrisa; una imagen más cercana para intercalar en el largometraje de la represión que uno venía viendo desde que había nacido.
Yo me apresuré a encender el televisor y sintonizar el canal nacional y fue entonces cuando apareció aquel texto con la pantalla fundida en azul y negro. “Cítase a reunión a los miembros del Club Deportivo Papillon, en Colina..” Quizás aquel mensaje habrá durado un minuto, no lo sé, puede que más, lo único que imagine en aquel momento era que aquello era extraño, pero más raro aún era que no pusieran la película. Porque, que tenía que ver la guerra de las galaxias con el atentado a Pinochet que ya para entonces había aparecido en televisión con la mano vendada, envuelto en miedo e incredulidad. Parado junto a sus mercedes Benz blindado le explicaba al periodista y este a la gran familia chilena que en aquel cristal no sólo había rebotado el cohete locker, sino que ahí mismo se le había aparecido la virgen a mí general…
Después de años se supo que aquello nunca fue un problema de continuidad o una tanda publicitaria más que no se sostenía por sí misma. Aquellos destinatarios del mensaje oficial transmitido a todo un país no era más que el llamado de Pinochet y sus cómplices civiles para que los boynas negras se dirigieran al punto de encuentro para proteger al dictador y escarmentar a la población con otra ola de asesinatos, persecuciones y desaparecimientos. Aquel atentado cometido por una unidad del Frente Patriótico Manuel Rodríguez fracasó operativamente pero sin lugar a dudas dinamizó a los negociadores de la futura democracia que volvería a Chile en 1990. Aquella noche en muchas casas y pese al fracaso de la “Operación siglo XX” se brindó por todos aquellos hombres y mujeres que se habían decidido a actuar y que venían desde hace años entregando sus jóvenes vidas en la lucha contra la dictadura. Un pequeño brindis mientras la ciudad volvía al estado de sitio y el control militar.
(fotografía de Hector López, protestas populares, población La Victoria, 1986)
Garzón y el catastro de desaparecidos
Hace unos días el juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, decidió elaborar un censo nacional de desaparecidos durante la Guerra Civil y el franquismo como paso previo para proceder de forma penal. Dicho censo, según diversas fuentes, puede llevar años porque a quien se pide aquella información (parroquias, cementerios, instituciones públicas varias) nunca han mostrado un gran interés por la labor y hasta el día de hoy dilatan la entrega de datos concretos y estos no están sistematizados. De cualquier modo, las agrupaciones de memoria histórica y derechos humanos no se conforman con la justicia tardía por eso gracias a su tenacidad se van abriendo fosas comunes y se identifican a los cuerpos que albergan. Hace unos días por fin fue posible identificar a las 15 mujeres y un niño asesinados en plena sierra gaditana por el franquismo. Desde aquel verano caliente de 1936 se extendió el rumor certero de que aquella curva en la carretera donde estaba la fosa común no era otra cualquiera, sino que la Curva de las mujeres. Ahora no es un mito rural sino que una historia real que permite sacudir un poco las telarañas del olvido.
Anoche en las terrazas del campo del príncipe un hombre de quizás setenta años repetía una y otra vez a sus colegas y señoras que aquello de desenterrar a los muertos era una aventura suicida para España. En la mesa del lado no sólo había consenso de que el cazón en adobo estaba tremendo, sino que aquel revisionismo histórico era una conjura de los nuevos rojos para desviar la atención de la crisis económica en que está inmersa España. Ya por la mañana temprano y desde que saltó la noticia de que el juez más mediático e internacional se haría un hueco en su agenda judicial que bien día a día asesta golpes a ETA y la izquierda Atbertzale, o toma rumbo a Centroamérica para estar presente en el desentierro de otros desaparecidos políticos, no dejan de sucederse reacciones políticas histéricas provenientes del Partido Popular y también de socialistas. Opiniones minoritarias que, sin embargo, penetran en el sentido común y robustecen las coordenadas franquistas que en algunos rincones provinciales y familiares se extienden durante generaciones.
Pero seamos justos, a la mayoría de la sociedad les preocupa más en estos momentos la subida sostenida del euribor que tiene a las hipotecas por las nubes o el avance del paro. Los que tienen miedo de recuperar la memoria histórica viven en la descontextualización ideológica y sentimental que aún no quieren entender que la historia no puede cerrarse en falso y menos por decreto.
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