Todos los días España amanece con una mejilla magullada por la violencia machista y su reguero de cuerpos femeninos quemados con ácido, arrojados por el balcón, o apuñalado en la oscuridad de la habitación marital o a la salida del trabajo. Otras mujeres con más suerte sufren el miedo constante a que el verdugo aparezca para concretar su amenaza. En lo que va de año 28 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o que han dejado de serlo, más de trescientas en los últimos cinco años. La entrada en vigencia de la ley contra la violencia de genero desde hace unos años y la intensa campaña mediática para sensibilizar a la población sobre el tema aún no logran detener las agresiones. Más de 50 mil juicios por maltratos han terminado en condena, miles de mujeres viven con una orden de alejamiento que siempre la incumple algún chacal obsesionado con la idea de la mujer como propiedad privada.
Un tercio de los maltratos denunciados afectan a las mujeres inmigrantes y la cifra seguirá creciendo por la vulnerabilidad social en las que desarrollan su vida muchas de ellas. Pero el problema no se circunscribe sólo a este colectivo ni a los barrios populares españoles o a los viejos laberintos culturales de la posguerra, la violencia machista cruza a todas las generaciones y salpica a todas las estratificaciones socioeconómicas de la España profunda y desarrollada.
La cultura machista de la “madre patria” que heredó y desarrolló- por cojones- el continente latinoamericano es hoy otro lazo que nos une. Esto debieran también decirlo los voceros, a uno y otro lado del charco, que tanto versan y escudriñan sobre el concepto de una presunta Iberoamérica. El machismo latinoamericano y la desigualdad de género es hoy un tema transversal que cruza a las economías más marginales y a los modelos de libre mercado más furiosos creados por los economistas de la Escuela de Chicago (M.Friedman). La visibilidad de aquella violencia machista en tierras latinas se ve aplacada por los mediadores de la estructura patriarcal que hacen del maltrato psicológico y físico sobre las mujeres un tema de índole cultural y de carácter privado, ajeno al desarrollo colectivo de las sociedades.
Ellas, las de todas partes, las que comienzan a currar desde jóvenes y las que no dejarán de hacerlo hasta que haya fuerzas para sacar adelante a los críos y la vida, las que no se conforman con vivir en la hostilidad del desamor y se dan una nueva oportunidad para renacer. Aquella que vive pendiente de los hijos ausentes y sólo le pide un poquito de amor y compañía a la aventura errante y de vuelta sólo recibe una maldita puñalada, o las miles de ellas que dejan sus mejores años en las maquiladoras deslocalizadas para el consumo mundial; todas ellas serán fuertes a la hora de deshacerse de los payasos machistas que no vienen a aportar nada sino que a joder un poco más la pálida vida. Que así sea.
Un tercio de los maltratos denunciados afectan a las mujeres inmigrantes y la cifra seguirá creciendo por la vulnerabilidad social en las que desarrollan su vida muchas de ellas. Pero el problema no se circunscribe sólo a este colectivo ni a los barrios populares españoles o a los viejos laberintos culturales de la posguerra, la violencia machista cruza a todas las generaciones y salpica a todas las estratificaciones socioeconómicas de la España profunda y desarrollada.
La cultura machista de la “madre patria” que heredó y desarrolló- por cojones- el continente latinoamericano es hoy otro lazo que nos une. Esto debieran también decirlo los voceros, a uno y otro lado del charco, que tanto versan y escudriñan sobre el concepto de una presunta Iberoamérica. El machismo latinoamericano y la desigualdad de género es hoy un tema transversal que cruza a las economías más marginales y a los modelos de libre mercado más furiosos creados por los economistas de la Escuela de Chicago (M.Friedman). La visibilidad de aquella violencia machista en tierras latinas se ve aplacada por los mediadores de la estructura patriarcal que hacen del maltrato psicológico y físico sobre las mujeres un tema de índole cultural y de carácter privado, ajeno al desarrollo colectivo de las sociedades.
Ellas, las de todas partes, las que comienzan a currar desde jóvenes y las que no dejarán de hacerlo hasta que haya fuerzas para sacar adelante a los críos y la vida, las que no se conforman con vivir en la hostilidad del desamor y se dan una nueva oportunidad para renacer. Aquella que vive pendiente de los hijos ausentes y sólo le pide un poquito de amor y compañía a la aventura errante y de vuelta sólo recibe una maldita puñalada, o las miles de ellas que dejan sus mejores años en las maquiladoras deslocalizadas para el consumo mundial; todas ellas serán fuertes a la hora de deshacerse de los payasos machistas que no vienen a aportar nada sino que a joder un poco más la pálida vida. Que así sea.
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