Hoy he pasado frente a una estación de combustible donde pude comprobar que centenares de personas se siguen agolpando para llenar el estanque de su coche, el de su señora, el de sus padres y también, porque no, el de alguno de sus niños que a esa hora no puede porque está estudiando para la selectividad. Sacan bidones desde el maletero y no dudan en buscar cualquier recipiente que permita llevarse dos o tres litros extra a casa. Muchos después de observar por televisión aquella imagen se suman a la demanda descontrolada por conseguir gasolina y así en pocas horas, en pocos días, dejan secos a los surtidores y sus reservas para una semana porque se lo han chupado todo en un ataque de pánico al desabastecimiento que puede provocar la huelga de camioneros y los cortes de ruta que han paralizado la actividad de transporte de mercancías. Las flotas que distribuyen el combustible no están en huelga porque en su gran mayoría dependen de Repsol y Cepsa y el desplazamiento de estos por las carreteras está siendo garantizado por la policía.
En el supermercado del barrio para comprar una barra de pan y alguna que otra cosa tuve que esperar media hora porque sospechosamente los carros iban más cargados que nunca. La señora del cuarto, que vive sola, compró más de una veintena de cajas de leche, cosa extraña porque para los jubilados del barrio no hay paseo más fiel que el de ir diariamente al supermercado o a la tienda en búsqueda de lo que se necesita y así despejarse un poco. Otros hacían acopio de carne y muchos se quejaban de que algunas cosas comenzaban a escasear. Una señora envuelta en una tristeza paranoica anuncia a los hogares españoles en horario de máxima audiencia que sólo le queda un lenguado en casa y nada más de pescado fresco para lo que queda de semana. Otro hombre con pinta de comercial rellena el carro de cereales, yogurt, agua, leche y mucha carne aduciendo que ante todo está la alimentación de los chavales. La gente alienada por la cobertura mediática que exagera la situación se lanza a acaparar productos ayudando así a fomentar un ambiente sicótico que no tiene nada que envidiarle a una película catastrofista de Hollywood. Y de paso así también ayuda a que los precios se sigan incrementando en esta alza general de la vida que provoca el precio del petróleo
Y si hoy no hay pescado fresco o pollo o verdura porque los camiones no han salido seguramente no pasará nada. Ha nadie se le trastocara su ingesta alimenticia, que en fin, nadie morirá de hambre en los próximos días porque aquí sobra comida y lo único real que escasea por estos días es una cuota de cordura social. Más aún en plena época de crisis alimentaría en donde día a día millones de seres humanos entran en el real desabastecimiento no temporal sino eterno con la ayuda de las grandes potencias, las multinacionales y sus especuladores que ahora se dedican a la compra de cosechas a futuro para alguna eventualidad o para transformarla en biocombustible que podrá ser ecológico, pero con un tufillo a muerte que hace heder este comienzo de siglo.
En el supermercado del barrio para comprar una barra de pan y alguna que otra cosa tuve que esperar media hora porque sospechosamente los carros iban más cargados que nunca. La señora del cuarto, que vive sola, compró más de una veintena de cajas de leche, cosa extraña porque para los jubilados del barrio no hay paseo más fiel que el de ir diariamente al supermercado o a la tienda en búsqueda de lo que se necesita y así despejarse un poco. Otros hacían acopio de carne y muchos se quejaban de que algunas cosas comenzaban a escasear. Una señora envuelta en una tristeza paranoica anuncia a los hogares españoles en horario de máxima audiencia que sólo le queda un lenguado en casa y nada más de pescado fresco para lo que queda de semana. Otro hombre con pinta de comercial rellena el carro de cereales, yogurt, agua, leche y mucha carne aduciendo que ante todo está la alimentación de los chavales. La gente alienada por la cobertura mediática que exagera la situación se lanza a acaparar productos ayudando así a fomentar un ambiente sicótico que no tiene nada que envidiarle a una película catastrofista de Hollywood. Y de paso así también ayuda a que los precios se sigan incrementando en esta alza general de la vida que provoca el precio del petróleo
Y si hoy no hay pescado fresco o pollo o verdura porque los camiones no han salido seguramente no pasará nada. Ha nadie se le trastocara su ingesta alimenticia, que en fin, nadie morirá de hambre en los próximos días porque aquí sobra comida y lo único real que escasea por estos días es una cuota de cordura social. Más aún en plena época de crisis alimentaría en donde día a día millones de seres humanos entran en el real desabastecimiento no temporal sino eterno con la ayuda de las grandes potencias, las multinacionales y sus especuladores que ahora se dedican a la compra de cosechas a futuro para alguna eventualidad o para transformarla en biocombustible que podrá ser ecológico, pero con un tufillo a muerte que hace heder este comienzo de siglo.
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