El barrio del Albayzín amanece envuelto en una bruma blanca que difumina el horizonte mediato que debiera dar al palacio del Generalife y la Alhambra. Un tibio sol de otoño calienta los callejones húmedos del barrio, las terrazas de las plazas comienzan a montarse con desgano para el arribo de los turistas. Todos están en sus puestos cotidianos de sobrevivencia con la pena metida en el cuerpo y expresando sus sentimientos sin cordura moderna. Si estos pudieran cristalizarse en materia, estaríamos hablando de una riada desbocada que viene desde el corazón desperdigado del Sacromonte y sus cuevas, saltando la vieja muralla, para terminar descendiendo por los cientos de callejones blancos que naturalmente buscarían el centro de la ciudad de Granada. Enrique Morente, el maestro cantaor de flamenco en permanente innovación, el creador autodidacta que cuantas veces habrá mascado el hambre, la incomprensión y el reconocimiento- por estos mismos callejones que ahora piso- se ha ido con su cante ronco de forma repentina, quizás a iluminar otras cuevas por la vereda de enfrente. Gracias por todo.
1 comentario:
Vaya!... buen blog eh? pasaré a menudo por aquí :)!
Te dejo la invitación al mío pues! sería gran privilegio tenerte por allí.
Saludos y felicitaciones por el blog
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