diciembre 10, 2012

Evo rinde cuentas en Barcelona

Subió al estrado con la misma humildad que lo ha caracterizado desde su época de dirigente campesino y cocalero. Sin embargo, esta vez estaba acompañado por una honda preocupación que en los primeros momentos pareció que se iba a salir de su cauce e inundar las butacas de los ocho mil asistentes que estábamos ahí. Pero se recompuso a los minutos sin alardes verbales. Confesó que estaba triste por la salud de Hugo Chávez, que seguramente a estas horas, juega sus últimas cartas contra la muerte. Pero el día había sido maravilloso con esos miles y miles de bolivianos, latinoamericanos, españoles y catalanes que se acercaron por el Palacio Internacional de Convenciones de Barcelona, así que la vida debía continuar. Durante todo el día aquel recinto se asemejó bastante a un domingo familiar boliviano cualquiera, con sus salteñas, música andina y danzas multicolores a sólo metros del mar mediterráneo. Además de treinta stands que no tenían que ver con la artesanía o el turismo, sino que toda la administración del estado para dar cuenta de lo que se ha hecho en estos últimos años y brindar servicios para los inmigrantes bolivianos. Muchos de ellos se van de España por estos días después de haberlo perdido todo con la crisis económica que se agudiza con más fuerza en el colectivo migrante. Si hay algo que llama la atención y confirma la consolidación de un proyecto social revolucionario en todas sus dimensiones es el respaldo social que mueve ahí donde va. Aquí hay bolivianos que vienen de todos los lugares de España, han alquilado autocares y se han venido a Barcelona no sólo al encuentro de Evo Morales, si no que para celebrar la dignidad de un país que se levantó de los escombros más profundos del neoliberalismo. Una dignidad que hoy se ve en los rostros bolivianos, en donde ya no se agacha la cabeza. Hoy los ojos no sólo miran a su interlocutor, su mirada cabalga hacía un horizonte aún más lejano. Dudo que muchos gobernantes del mundo puedan hoy darse el lujo de salir al exterior y casi con nula propaganda reunir a más de diez mil personas para escuchar un discurso eminentemente político sin fronteras. En una hora y media Evo Morales no prometió nada a sus conciudadanos, nada para la galería en el exterior, sólo seguir en la senda de lo que se ha diseñado en el nuevo estado plurinacional de Bolivia. Sí, las cifras en cobertura de educación, salud y pensiones son las mejores de la historia de Bolivia, pero aún insuficientes, y que decir de las cifras macroeconómicas, esa que tanto le gustan a los neoliberales de despacho y micrófono abierto. También las mejores conseguidas, pero eso sí, lejos de los dictámenes del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, los especuladores y la Embajada norteamericana. De aquello hablo Evo, soltó cifras y comparaciones desde la llegada al poder y el avance hacía la justicia social, y está bien que lo haga, porque nadie lo dice, ni tampoco saldrá publicado en la llamada prensa seria. El auditorio interrumpía con aplausos para premiar el avance concreto y verificable, no era un mitin de la clase política transnacional acostumbrada a intoxicar con promesas difusas. El indígena de la chompa hoy domingo estaba de vuelta en Barcelona para sencillamente decir, que en una primera etapa, el proyecto revolucionario boliviano ha sido un éxito y una fuente de esperanza para hacer palpable aquella frase de que sí se puede. Para todos aquellos no bolivianos que iban al encuentro de Evo Morales en estas horas de la conquista definitiva neoliberal europea, quizás en busca de una reflexión o un enunciado que atisbara una salida, hubo una respuesta que no era un compendio de buenas intenciones hacía el futuro, más bien, un relato en primera persona de cómo los excluidos sociales permanentes lograron dar vuelta la tortilla en Bolivia. Después de un neoliberalismo feroz impuesto a sangre y fuego militar- democrático en la década de los ochenta y noventa en Bolivia, a principios de este siglo la población sencillamente se cansó del modelo y esbozó uno mejor en todo el tejido social, luego se creó un instrumento político el MAS, y con él, se compitió en las elecciones y no sólo se desalojó a la clase política de toda una vida, sino que aquella elección sirvió para dinamizar el proceso social y revolucionario que vive Bolivia en todas sus esferas. Un recorrido en constante tensión social, errores y pausas en las transformaciones sociales, pero un proyecto vivo que cuenta con el respaldo mayoritario de la población. Con o sin Evo Morales no hay retroceso posible en la historia boliviana, porque los pobres no sólo despertaron, se organizaron y lucharon, lo más importante es que todos independientes de su quehacer cotidiano adquirieron la conciencia de que son sujetos sociales y en ello siempre radicará, el cambio sustancial de un proceso político.