agosto 28, 2008

Fosas comunes para muchos, tumbas para pocos


Después de treinta minutos subiendo desde el pueblo de Alfacar se llega al barranco de Víznar. Un pequeño parque a maltraer con el nombre del poeta y un monolito señalan el lugar donde estaría enterrado García Lorca. La localización del lugar se la debemos al historiador inglés con alma andaluza, Gerard Brenan, quien indagó y nos dejó un bello libro “Al sur de Granada”. Décadas más tarde otro huracán hispanista volvería a escarbar en la herida española siempre abierta, Ian Gibson, es su nombre y la mejor entrada para escarbar en la dualidad Granada-García Lorca.
Aquella tarde de hace años recorrimos el barranco de los fusilamientos, cruzamos los patios de las nuevas urbanizaciones, nos encontramos con la fuente de Aynadamar olvidada en su tristeza, en mi mente apareció la fotografía de la colonia, un pequeño caserío en donde los sublevados fascistas se hicieron fuertes y que hoy ya no existe. Desde aquel sitio sacaron a pasear con los ojos vendados a García Lorca y muchos más. Sus cuerpos están por estos pasos que pisamos. Acotados a una coordenada precisa pero aquello no basta para sacarlos. Según los catastros por comunidad autonómica se estima que hay más de 30.000 desaparecidos enterrados en fosas comunes identificadas en toda la España democrática que ha cerrado en falso, una parte importante de su historia.
Para uno que viene del Conosur con la mochila y la historia cargada de muertos y desaparecidos no resulta fácil entender todo aquello. Pienso en el mauro, en su abuela y su familia que tanto han esperado por un chivatazo o una casualidad que les entregué aunque sea los restos del eterno desaparecido político chileno. A mi mente acude un carnaval de rostros de hijos latinos que buscan a aquellos que un día desaparecieron para siempre bajo la bota militar y el pacto civil democrático que sencillamente rubricaron la firma del ¡Ahí te quedas!
Suelo subir al cementerio de Granada siempre caminando porque es la mejor forma de repasar la historia pasada/presente de la ciudad. Desde la cuesta Gomérez enfilo recto por el parque de La Alhambra, en los aljibes que están cerca de la puerta de la justicia se hicieron fotos históricas de Lorca y su pandilla literaria-musical con sus trajes y pajaritas. Ahora abundan los rostros globalizados y sus cámaras digítales que hacen un alto en la peregrinación turística para coger un poco de agua fresca. Hay que dejarlos atrás y enfilar siempre por el parque buscando el final del camino, que para la mayoría termina quince minutos más arriba en las boleterías de La Alhambra. Luego del parking y el centenar de buses turísticos, del calor agobiante y los descampados de la colina aparece el cementerio de Granada.
En los primeros días del levantamiento fascista de 1936 decenas de camiones militares subieron por estos mismos caminos cargados de prisioneros que posteriormente eran fusilados en las tapias del recinto. Luego volvían a bajar cargados de muerte rumbo a las fosas clandestinas que se llenarían pronto de eternos desaparecidos. Los nacional-católicos y sus muertos de Granada hoy tienen su lugar dentro de las tapias, en un patio no muy lejos de la entrada bajo un imponente “Aquí yacen los caídos por dios y por la patria”. En sus lapidas no sólo están sus nombres sino que la síntesis ideológica de los sublevados. (…) Murió lleno de fe invocando a nuestra madre santísima La virgen de las angustias. (…) Murió asesinado por los rojos, por sus cristianas creencias y recta conducta.(…) Murió como cristiano y valiente peleador contra los enemigos de dios y la patria……
Al otro lado de la tapia, en el eterno descampado andaluz y sus olivos, está la otra parte de la historia española que ni siquiera los jóvenes españoles conocen con claridad.
La memoria histórica de España ha quedado sepultada bajo el traquetear de una máquina registradora, una movida cultural snob que se recuerda con nostalgia, una multiplicación de rebajas y ladrillos, pero por sobre todo, en la necesidad a estas alturas de la historia de tener un alma pater real que unifique a la España de hoy y de entonces.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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