abril 01, 2009
Entre lazos blancos y condones
Esta semana santa como marca la tradición un ejército de “hermanos” cofrades saldrá de su mundo particular y se echarán a las calles durante días con sus cruces, pasos, crucifijos, velas y esa amarga tradición cristiana de querer exculpar los pecados ajenos en donde estos no existen, porque el concepto no logró nunca cuajar. Este año no sólo irán sobrecargados de fe y dolor sino que con un brazalete blanco de carácter político en el que expresan su oposición a la reforma de la Ley de aborto del Gobierno de Zapatero que amplía (y garantiza legalmente) a catorce semanas la interrupción voluntaria y da la posibilidad que las chicas de hasta 16 años puedan interrumpir un embarazo sin el consentimiento de sus padres. Algunas cofradías han decidido no portar el brazalete, para según ellos no mezclar la fe con la política, y se han dedicado a sacar manifiestos, leer declaraciones y a marchar el último domingo de marzo por Madrid contra el aborto acatando así el llamado de la Conferencia Episcopal Española -que es la verdadera oposición política que hoy tiene el PSOE- y su campaña comunicacional que ha sembrado de vallas el país comparando los derechos de un niño con la protección del lince ibérico en extinción. Primero fueron los matrimonios homosexuales, después la protección de la familia, el divorcio, educación para la ciudadanía, ahora la guerra valórica- de un tema ya zanjado desde los ochenta por la sociedad española- se encamina por el aborto, aglutinando a los mismos de siempre que lo mismo se crecen en la puerta del sol o en el puente de Vallecas la tarde anterior.
Hace unas semanas Benedicto XVI aterrizaba en Camerún condenando el uso del condón entre la población africana, no contento con ello, sembró dudas sobre la eficacia de este para prevenir la transmisión del VIH. Sólo en el África subsahariana hay más de 25 millones de personas contagiadas. A los pocos días un alto representante del Vaticano se dejaba caer en la sede de la ONU para denunciar un complot internacional contra la Iglesia Católica y su papa Benedicto XVI que era ridiculizado a diario en los medios de comunicación europeos. Mientras la intransigencia católica, de derechas y conservadora agita en la vieja Europa la batalla valórica, al otro lado del charco- llámese Latinoamérica o África- su injerencia en la toma de decisiones políticas es un hecho y sus discursos valóricos no sólo incendian pulpitos y micrófonos sino que terminan siendo cómplices de los embarazos adolescentes, de las muertes de mujeres en los abortivos clandestinos, son cómplices de cada nueva infección porque torpedean el uso del condón y limitan la posibilidad de que las chicas accedan de forma sencilla y expedita a la anticoncepción de emergencia.
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