octubre 31, 2012

Último vagón



Entro apresurado al último vagón que ya casi cierra sus puertas. Curiosamente en ese sector del tren no hay
nadie ensimismado con el móvil, más bien, una que otra mirada, siempre discretas, se enfocan hacia la misma coordenada. Es una mujer joven de unos cuarenta años, asiática- probablemente china- no es una turista más de la línea 4 que cogen el metro hasta la barceloneta para luego deshacer camino por las ramblas, plaza Cataluña y de ahí terminar en las tiendas exclusivas del passeig de Gracia. Dudo que pertenezca a la mafia de Gao Ping desarticulada en las últimas semanas. No lleva mapas, ni una cámara de última tecnología colgada al cuello en modo automático, pareciera no preocuparle el desplazamiento del tiempo entre una estación y otra, en ningún momento su mirada busca el panel con la intermitente luz roja, seguramente tiene 
internalizados los tiempos de desplazamiento, vaya a saber uno desde cuando. Pero hoy es un mal viaje. Detrás de sus gafas de marco negro hay unos ojos que están hinchados de tanto llorar, desde ellos brotan y brotan lágrimas estoicas en el más absoluto silencio, no hay quejidos ni suspiros. Se la ve tan sola y desvalida en aquel asiento que dan ganas de ir y abrazarla, intuyo que la chica que está sentada frente a ella piensa igual que yo, porque en dos ocasiones ha echo al amago de ir a su encuentro pero algo la ha detenido. Uno como compañero itinerante del viaje urbano desconoce desde que hora aquella mujer está así, si es un problema puntual el que ha decantado aquella cascada emocional o una tristeza de semanas y meses que van galopando junto a ella.
De cualquier modo, a uno sólo le quedan dos opciones; o ir a consolarla o intentar desaparecer de su campo sensorial, que no sienta tu presencia invasiva y así poder ella seguir con su dolor en la intimidad que puede dar un espacio público bajo tierra. Hay momentos en que la situación es a la inversa.  Mientras tanto del tren siguen bajando y subiendo historias anónimas, puede que jamás las conozcamos en profundidad, sin embargo, ellas siempre dejan un esbozo en su transitar.

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