octubre 04, 2012

Otro otoño español




Este es un otoño que ha comenzado con las hojas aún en los árboles y las porras policiales cayendo a destajo para sembrar el miedo en la protesta social que toma las calles. Otro otoño de recesión económica española- ¿cuántos van ya?- en que aún tenemos que soportar el discurso hegemónico de los neoliberales que nos repiten una y otra vez que hay que recuperar la confianza de los mercados y avanzar en las reformas estructurales de la economía. Como si cuatro años y el fracaso empírico de sus recetas no bastaran para cambiar de rumbo, al contrario, siguen empecinados en su guerra ideológica en la cual nosotros no somos más que efectos colaterales que en algún momento, según ellos, el libre mercado corregirá.

Este es otro otoño en donde 526 familias todos los días son expulsadas de sus casas mientras contemplan por última vez en el televisor del salón que el rescate a la banca privada española, al final rondará los 57 mil millones de euros. Este es otro otoño en que la palabra crisis suena con más fuerza que un te quiero susurrado al oído o gritado en las grandes avenidas, las novelas históricas o libros de auto ayuda transformados en best seller, copan todos los vagones del metro por la mañana temprano y por la noche. La poesía está ausente pero por lo menos se sigue leyendo ante la hegemonía de los móviles y sus prestaciones que son mayoría en todos los horarios, en todos los espacios públicos o privados.

Son días en que lo mismo Rajoy se fuma un puro caminando por Nueva York, mientras en Andalucía se confirma que otra vez un depósito de droga con custodia policial ha desaparecido durante el verano. Catalunya quiere la independencia y rebotan los histéricos en Madrid. Los juzgados vuelven a estar atochados de juicios por corrupción política y empresarial, los personeros del statu quo insisten desde sus columnas de opinión que nadie puede poner en tela de juicio a las instituciones democráticas. Desde su escritorio intentan en vano conectar con un pulso social que ya va calles más debajo de su pluma; los viejos se quedaron sin tinta y los jóvenes sin la necesidad urgente de rebuscar folios en la basura de la historia patria para reescribirla. 
Mientras tanto don Manuel sigue viviendo en su coche como hace meses casi al lado del mar, todas las noches nos vemos. Yo al salir de un trabajo con fecha de caducidad, él se queda ahí, aprisionado en el espacio en donde el objetivo de encontrar trabajo se traduce en un incesante martillear que no lo dejará conciliar el sueño durante toda la noche.
Y así vamos tirando.