noviembre 17, 2011

La prima de riesgo



Hace unos días a un miembro de la Real Academia de la Lengua Española le preguntaban sobre el significado del término. No respondió con evasivas y derechamente dijo que no podía explicarlo, arguyó en su defensa, que aún no estaba en el diccionario y que para que una palabra pueda descansar en él, tienen que pasar por lo menos ocho años. Menos mal que no osaron preguntarle a un miembro de la Real Academia de la historia española, que en una interpretación personalísima hubiera quizás confundido los hechos para terminar hablando de que hace mucho tiempo Franco, ya había llamado la atención sobre el asunto. En la calle, la típica muestra televisiva sin mayor certeza real comprobó que nadie tiene puñetera idea de lo que significa la prima de riesgo.
La prima de qui? inquirió extrañado un jubilado catalán mientras acariciaba la bola de petanca que descansaba en su regazo. Aquí en el barrio la mayoría seguimos siendo primas, respondió una vecina del Albaicín, a la paya reportera. Un grupo de chavales que mataba el tiempo en una plaza de extrarradio de Madrid confundieron a la prima de riesgo con la prima del Riesco y ahí los comentarios subieron de tono y el micrófono se apagó. Una pareja de cuarenta que salía de unos grandes almacenes esbozó un campo semántico económico, para luego, apresurarse a decir-siempre con semblante desafiante- que gracias a dios, ellos no estaban en crisis. Y por último, un inmigrante que currículo en mano buscaba trabajo desesperadamente para renovar sus papeles, comentó al paso que a él no le interesaba la política porque había venido exclusivamente a trabajar.
En lo que va de semana la prima de riesgo española ha subido hasta los 460 puntos y la italiana ya está en los 519. Para hacernos una idea, Grecia, o como lo que se conocía por aquel país, cayó en banca rota cuando la deuda sobrepasó la barrera psicológica de los 500 puntos, lo mismo ocurrió con Portugal e Irlanda. Por eso no es descabellado preguntarse hasta cuándo aguantaremos nosotros antes de la intervención económica. O en su defecto, qué nuevos recortes sociales de envergadura se llevarán a cabo para calmar a los llamados mercados financieros que gobiernan con total soltura la crisis económica y política europea. De nada sirvió que los mercados financieros en las últimas semanas derrocaran a Papandreu y Berlusconi, estos y su ejército de tecnócratas de todo el mundo siguen presionando por la profundización de los ajustes estructurales de la economía en los países del euro. La consigna está clara reducir la deuda pública y para ello recortar todo gasto social, inversión pública, trabajo público, reducción del estado, privatizaciones de empresas...El próximo domingo el derechista Partido Popular Español refrendará esta tesis con su triunfo en las elecciones generales.
Lo mismo se la llama prima de riesgo, deuda país o diferencial de deuda. Se podría decir que es la herramienta más eficaz en el entramado del capitalismo financiero mundial a la hora de profundizar la doctrina del shock. En términos estrictos la prima de riesgo es el sobreprecio que paga un país por financiarse en los mercados internacionales a través de sus bonos y venta de deuda pública, siempre comparado con Alemania. Ayer ese diferencial llegó al 6,34% con respecto al bono alemán, algo histórico que no ocurría desde tiempos de la peseta. Esto se traduce en que habrá que pagar más intereses a los mercados y sus especuladores. Se calcula que por cada 100 puntos de subida en la prima de riesgo, España tendrá que desembolsar 12.000 millones de euros al año y se dejan de crear 170.000 puestos de trabajo. Los llamados mercados financieros a través de sus agencias de calificación de riesgo generan las condiciones objetivas y subjetivas para ir en busca de otra intervención económica que reportará otro gran negocio para los de siempre. Y ahí va ella, en los últimos meses siempre al alza, disciplinando a la clase política en su teoría económica de que la confianza y la tranquilidad sólo llegarán a través de la reducción de la deuda pública y la desmantelación total de los rescoldos de estado de bienestar.
Quieren más y no pararán hasta obtenerlo. La hoja de ruta del neoliberalismo pasa hoy por Europa- en la década de los ochenta y noventa fue Latinoamérica con la llamada deuda exterior- no está de paso, ha venido para quedarse y poner en evidencia el mito de la Europa fuerte y cohesionada. En los pasillos de Bruselas algunos personeros avanzan entre sollozos al enterarse de que la política está subordinada a los designios de la economía y el estado de ánimo de los mercados.
Muchos se conforman con la frase llevada a axioma de que a veces es mejor no saber demasiado porque la realidad ya agobia lo suficiente; no los culpo. Son tiempos abruptos, de cesantía crónica, precariedad laboral y del miedo que va disciplinando las conciencias de los trabajadores que no quieren perder el suyo. También son tiempos del despertar social que desembocan en el 15M y aunque hasta nuestros días siga siendo un movimiento más emocional que ideológico, es sin lugar a dudas, un aporte que ha roto con el inmovilismo. Entramos en una etapa de la historia europea en qué la única dimensión de las consecuencias de la crisis que aún no se ha evaluado es la del estallido social organizado y transformador.
Hoy por hoy ya no basta con la indignación. De lo contrario la fiesta neoliberal será eterna y contundente. Europa- y los que la habitamos- no será la misma cuando termine esta crisis económica, las relaciones sociales tampoco y ahí sí que se abre una gran posibilidad de agrietar la cultura popular intoxicada de personalismo.
Millones se preguntan en la soledad del amanecer, en qué instante, en qué momento se jodio todo. Una pregunta que tardaremos años en contestar porque la ausencia de autocrítica es tan profunda como la crisis sistémica del capitalismo.

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