enero 17, 2011

apuntes sobre la rebelión popular tunecina

(foto AFP. 27 de diciembre)

A esta hora, se podría decir, que otra revolución popular ha triunfado en su objetivo de poner término a 23 años de dictadura solapada dirigida por Ben Ali. Son horas claves para el futuro de Túnez porque son muchos los actores que a esta hora mueven fichas y trazan planes, desde sus intereses respectivos. Por un lado la Unión Europea y Estados Unidos, aliados de la dictadura, que nada dijeron sobre la mentada libertad de los pueblos oprimidos por falta de democracia, hasta casi cuando el ex gobernante se subía al avión que lo llevaría al autoexilio. Esta ya es una imagen clásica de los gobernantes auspiciados por el neoliberalismo del FMI. Los intereses políticos a través de las primeras crónicas periodísticas ya hablan de la llegada del islamismo radical al oasis occidental del Magreb, se ha inaugurado otro frente en disputa, esta vez, a orillas del mediterráneo. Aún queda ver que sale del gobierno de coalición y las futuras elecciones, en estos casos, los organismos económicos internacionales, no pierden el tiempo, actúan con diligencia para atar las manos de los que sólo quieren pasar por el sillón presidencial administrando las desigualdades sociales. Y ahí está el pueblo tunecino que no quiere reformas sino que transformaciones de envergadura.
Lo de Túnez ha sido una sorpresa no sólo para la comunidad internacional sino que para los mismos tunecinos. Ellos, quizás sin sospecharlo, fueron transformando la rabia en rebeldía organizada que no se amilanó ante las oleadas represivas que dejaron más de 70 muertos. Ningún partido político opositor tunecino lideró las protestas, ni siquiera el sindicato mayoritario se sumó en un principio a la revuelta popular, así que sólo eran ellos y sus estructuras de poder espontáneo que se fueron fortificando en las calles y al alero de una barricada juvenil en donde se mezclaban parados con o sin título universitario, precarios sobrevivientes, mujeres y abuelos; clases medias empobrecidas, pobres más empobrecidos; coletazos de las recetas del FMI que aplicaba en su alumno aventajado del Magreb.
Sí, la economía crecía al 5% anual mientras más del 40% de la juventud vagaba por los callejones del desempleo y la escasez de futuro. El 20% de la población más rica controla el 50% de los ingresos de Túnez. Ahora toda la prensa internacional del statu quo despacha sobre Túnez y se olvidan por un momento de Cuba, Venezuela o Bolivia, por fin, dedican unas líneas al oasis turístico a orillas del mediterráneo que eclosionó en una nueva experiencia político social que sin lugar a dudas viene a robustecer los puntos de fuga que se van multiplicando en estos últimos años desde la idea de que otro mundo, otra vida, no sólo es posible, sino necesaria.
Se llamaba Mohamed Bouazizi, tenía 26 años, informático de profesión subsistía en la venta ambulante de frutas y verduras en la localidad tunecina de Sidi Bouzid. Aquel 17 de diciembre la policía le volcó el carro, requisaron el sustento económico familiar y desbordó la rabia acumulada por muchos años. Horas más tarde, en un gesto desesperado, Mohamed se quemaba a lo bonzo a las afueras del ayuntamiento dando comienzo a la rebelión popular tunecina.

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