marzo 02, 2009

Apuntes sobre Afganistán



(para Fran)
La última vez que lo vi fue de madrugada. Él se acercaba a la barra con decisión por otro gin tonic con medio limón exprimido y yo seguramente me tambaleaba al otro extremo del Son. Era otra larga noche que venía arrastrando el diciembre granadino que veía llegar a sus vástagos desde París y el medio oriente caliente. Otra noche más de cariños y rituales para los que se van y vuelven, para los que un día llegamos y nos fuimos quedando, otra noche de todos, en que te perdí de vista y cobertura. Quedaron cafés pendientes, es cierto, pero nunca una despedida, porque la despensa del alma a estas alturas ya está llena de retazos de cariños repartidos por el mundo que están fracturados, y lo que es peor, con tratamiento siempre pendiente.
Hablamos de la guerra, de la reconstrucción efímera bajo bombardeo indiscriminado de los norteamericanos en multitud de pequeños pueblos, del avance de los talibanes y su imposición del burka que aún cubre el cuerpo completo de la mayoría de mujeres de Afganistán. Nos adentramos en aquella mirada profunda de sus gentes en donde la dureza de lo que la retina ha acumulado en las últimas tres décadas se traduce en una mirada limpia que amplifica otro mundo insospechado para nosotros. Muchas discusiones sobre la paradójica misión de reconstrucción en Afganistán amparada por la ONU y la guerra contra el terrorismo que llevan a cabo las tropas norteamericanas, concordamos en la debilidad de la comunidad internacional y del dinero internacional que se pierde en el camino y en las contratas y sub contratas (entre un 40% y 60%) y del nuevo despliegue militar que salé de Irak, no para volver a casa, sino que para ir a la última batalla por controlar un territorio cada día más hostil para los ocupantes y la mayoría de la población civil que ya está demasiado curtida en la violencia de unos y otros.
Te fuiste raudo y en silencio –como siempre- a principios de enero para volver a sentir en la comisura de tus labios la sequedad de un desierto que seguramente te recibió con arenilla fina golpeando el rostro. Como en el desierto de Atacama aquella mañana de unos años atrás, ¿recuerdas?, después de sobrevivir arriba de una cuncuna de metal añeja a más de 3.500 metros de altura, cruzando de Bolivia a Chile, y con demasiados grados bajo cero en el cuerpo aventurero. Hay corazones que están condenados a hacer uso de los puntos de fuga para seguir sobreviviendo ya no en territorio geográfico alguno, sino que en el más violento de todos con el que cargamos de aquí para allá toda una vida. Imposible abstraerse a la coordenada lógica que te sitúa ahora mismo –por opción- en uno de los lugares más peligrosos del mundo en otra búsqueda-huída totalmente válida amigo mío porque así son los caminos de la vida que a veces no te llevan, sino que uno va solito. Por aquí siempre se te extraña, se te añora en silencio con el convencimiento de tu justa labor particular que construye para otros desde la complicidad precaria que hace mucho asimiló un rotundo nosotr@s universal.
En estas fotografías que nos dejaste los tópicos reales sobre Afganistán que versan sobre la violencia, la pobreza amarga y extendida, la muerte, el opio, el Kalashnikov colgando del hombro, los señores de la guerra y los ocupantes de hoy y de ayer, quedan eclipsados ante la mirada de niños, mujeres y hombres que quizás ya han visto demasiado y por eso a veces su mirada es infinita o en otras sólo se presenta como una bella inquietud que va al encuentro del otro.

AFGANOS (crónicas visuales de Afgansitán, fotografías de F.O )
http://www.flickr.com/photos/tisuquiearth/sets/72157614698137174/show/

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