A las once de la mañana Vulcano es soltado en la plaza mayor
de Tordecillas (Valladolid) y conducido por una muchedumbre de 50 mil personas por
las calles del pueblo hasta llegar al puente que el animal deberá cruzar para
enfrentar el destino que sus chacales le han preparado al otro lado del río. Allá
en los terrenos llanos de la vega lo esperan los torneantes, a pie y a
acaballo, con sus lanzas sedientas de sangre. A esas alturas el animal ya huele
su destino, se lo ve confundido, aterrado en sus 560 kilos de carne y quizás
preguntándose en esa mirada perdida, el por qué esa jauría humana quiere darle
muerte. El toro Vulcano no sabe que en España abundan las fiestas tradicionales en donde la tortura contra su especie es casi
un sentimiento de orgullo patrio, un bien de interés cultural o una forma de
crear identidad colectiva a través del sufrimiento ajeno.
Este año el ganador
se llama, David Rodríguez, obrero de la construcción en paro que no encontró
nada mejor que hacer por la mañana. El próximo año será otro hombre el que
cuelgue en su lanza los testículos y rabo del toro para pasearlos por el pueblo
en señal de una virilidad tan añeja como estéril.
Extractos de la
normativa y ordenanza que regula el torneo
Art 29: Se intentará
el orden de la lidia, respetando al primer lancero que haya osado alancear al
toro. El vencedor será el que procure al toro la lanzada más certera, valiosa y
grave. Siempre bajo la idea de que lo más importante es la calidad y no la
gravedad de dicha lanzada.
Capítulo II: 2º Ambos,
toro y torneante, han de estar en igualdad de condiciones naturales, por lo que
ningún torneante ose acudir a dicho torneo en mal estado de ánima, bien por
efecto de vino u otros sustancias o procesos extraños al buen orden, bien por
otra causa que le anormalice. Y entiéndase lo mismo trasladado al toro.
Capítulo IV:13ª Todo
torreante tiene derecho a embadurnarse con sangre del toro. Y entiéndase esta
antiquísima costumbre como símbolo de haber participado en el torneo. Y téngase
buen orden en el caso.
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