Es muy probable que a esta hora el patrón termine de dictar
alguna clase magistral en la universidad o lo mismo en una fundación socio
política auspiciada por los poderes fácticos transnacionales. Tal vez sólo vaga
bajo el manto de la seguridad del pensamiento único por algún aeropuerto del
mundo, siempre a la espera de coger la conexión hacía la entrega de otro premio
que robustezca la misión intelectual que le han encomendado; ser la bisagra
ideológica neoliberal entre Europa y Latinoamérica. O quizás Varguitas se echa una buena siesta en
alguna de sus decenas de casas que tiene repartidas por los continentes, una
siesta a pierna suelta desde donde creará su próxima crónica del odio que con
toda seguridad versará sobre el pánico que provocan en su pequeña Latinoamérica la ascensión al poder de los movimientos
sociales.
En el mundo
de Varguitas conviven el escritor exitoso y el político frustrado que nunca le
perdonará al populacho peruano que en
1990, a sólo días de la elección presidencial, lo abandonara a las puertas de
palacio y nada menos que por un verdadero populista; Alberto Fujimori. Desde
entonces, al hombre se le agrió el carácter y concentró todos sus esfuerzos en
aras de la libertad del mercado y asegurar su sustento económico a través de la
radicalización de su discurso. Aceptando que nunca sería Presidente, ni de
Perú, ni de ningún sitio, se auto proclamó la reserva moral de la democracia
latinoamericana y el estandarte que desfilaría por el orbe propagando los
beneficios del neoliberalismo para la democracia y la libertad. Y al mismo
tiempo, alertar al mundo civilizado de los peligros que significan que los
indios, los pobres, los marginados de toda una vida se hayan organizado y ahora
sean los protagonistas de su historia, en lugares como Bolivia, Ecuador o
Venezuela. Aquello lo obsesiona.
La decadencia simbólica del
Diario español El País comenzó a
evidenciarse hace décadas pero sobre todo cuando también se autoproclamó el periódico global en español, mientras en
sus páginas, sólo era posible encontrar la realidad política y social
latinoamericana a través de los ojos miopes del peruano Mario Vargas llosa, los
mexicanos Carlos Castañeda y Carlos Fuentes, el chileno Jorge Edwards, el
peruano Jaime Baily, el boliviano Edmundo Paz Soldán…Junto con ellos los
corresponsales destacados en países como Cuba (Mauricio Vicent y la bloguera
cubana Yoaní Sánchez), Venezuela (Maye Primera), Bolivia (Mabel Azcui), todos
se sumaron a los requerimientos del gigante grupo Prisa, en donde un buen día
decidieron que no transmitirían más información, sino que se sumarían a la
hegemonía del pensamiento único con sus campañas de desinformación e
instrumentalización de la realidad dependiendo de los intereses de sus
accionistas.
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