octubre 31, 2012

Último vagón



Entro apresurado al último vagón que ya casi cierra sus puertas. Curiosamente en ese sector del tren no hay
nadie ensimismado con el móvil, más bien, una que otra mirada, siempre discretas, se enfocan hacia la misma coordenada. Es una mujer joven de unos cuarenta años, asiática- probablemente china- no es una turista más de la línea 4 que cogen el metro hasta la barceloneta para luego deshacer camino por las ramblas, plaza Cataluña y de ahí terminar en las tiendas exclusivas del passeig de Gracia. Dudo que pertenezca a la mafia de Gao Ping desarticulada en las últimas semanas. No lleva mapas, ni una cámara de última tecnología colgada al cuello en modo automático, pareciera no preocuparle el desplazamiento del tiempo entre una estación y otra, en ningún momento su mirada busca el panel con la intermitente luz roja, seguramente tiene 
internalizados los tiempos de desplazamiento, vaya a saber uno desde cuando. Pero hoy es un mal viaje. Detrás de sus gafas de marco negro hay unos ojos que están hinchados de tanto llorar, desde ellos brotan y brotan lágrimas estoicas en el más absoluto silencio, no hay quejidos ni suspiros. Se la ve tan sola y desvalida en aquel asiento que dan ganas de ir y abrazarla, intuyo que la chica que está sentada frente a ella piensa igual que yo, porque en dos ocasiones ha echo al amago de ir a su encuentro pero algo la ha detenido. Uno como compañero itinerante del viaje urbano desconoce desde que hora aquella mujer está así, si es un problema puntual el que ha decantado aquella cascada emocional o una tristeza de semanas y meses que van galopando junto a ella.
De cualquier modo, a uno sólo le quedan dos opciones; o ir a consolarla o intentar desaparecer de su campo sensorial, que no sienta tu presencia invasiva y así poder ella seguir con su dolor en la intimidad que puede dar un espacio público bajo tierra. Hay momentos en que la situación es a la inversa.  Mientras tanto del tren siguen bajando y subiendo historias anónimas, puede que jamás las conozcamos en profundidad, sin embargo, ellas siempre dejan un esbozo en su transitar.

octubre 25, 2012

Josemi (Desahucios y suicidios)


           

           
                 Se tenía sólo a él mismo y a su librería de prensa ubicada en los bajos de la casa familiar del populoso barrio de La Chana, Granada. Su nombre era José Miguel Domingo, 53 años  Todos en el barrio lo conocían pero nadie sabía que la vida de este hombre ya transcurría en los descuentos de la maquinaria de los desahucios. Dicen que no se acercó a los servicios sociales para exponer su situación (para qué, para dar pena), sólo el sabe cuantas veces traspasó las oficinas del BBVA en busca de una solución que nunca llegaría. Por lo visto, tampoco contactó a las plataformas anti desahucios surgidas en estos últimos cuatro años en donde más de 350 mil familias han sido expulsadas a la calle.
             No importa que sean enfermos dependientes, ancianos, niños, mujeres embarazadas, madres solteras con dos niños a cuestas, parados...todos son y serán desahuciados sin mayor problema en la España Sociedad Anónima.
     Esta madrugada lluviosa fue un gran suspiro o lo mismo un último grito desgarrador rebotado en el eco del silencio de una casa o un país. Se ahorcó con la desesperación de la tristeza cuando esta lo inunda todo, no dejo notas que explicaran su decisión; esta se sostiene por si sola. A eso de las diez de la mañana los policías revoloteaban por la calle Arzobispo Guerrero. Dos unidades diferentes se encontraron frente al número 15. La policía nacional y los forenses van a recoger otro cuerpo aniquilado por la crisis económica, los otros, los agentes de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR)  sirven de apoyo a la comisión judicial que esta mañana tienen la misión de ejecutar otra orden de desahucio, esta vez, no habrá resistencia, ni plazos negociados, sólo un absoluto silencio del que no quiso ver el rostro de sus chacales, esta, ni ninguna mañana más por venir.

octubre 18, 2012

Saltando la valla de Melilla

La desesperación los llevó a saltar en grupo aún sabiendo que es la peor forma de intentarlo. Pese a ello, en los últimos tres días, más de 150 inmigrantes subsaharianos han logrado traspasar la valla, otros cientos se han quedado al otro lado ocultos en el monte Gurugú a la espera de la represión de las fuerzas marroquíes  que en el mejor de los casos, terminará abandonándolos en tierra de nadie para que crucen a la ciudad de Oujda, en Argelia. Otros quizás no tengan tanta suerte y sean deslocalizados desierto adentro para que mueran en silencio, como ocurrió el año 2005 y 2006. Todo dependerá de la histeria hipócrita de Bruselas y de si en épocas de crisis económica se abrirá el grifo de los euros para poner en marcha la maquinaría represiva al otro lado de la valla. Mientras tanto, los que han logrado cruzar la valla cierran el primer capítulo de un viaje que seguirá siendo incierto.



octubre 04, 2012

Otro otoño español




Este es un otoño que ha comenzado con las hojas aún en los árboles y las porras policiales cayendo a destajo para sembrar el miedo en la protesta social que toma las calles. Otro otoño de recesión económica española- ¿cuántos van ya?- en que aún tenemos que soportar el discurso hegemónico de los neoliberales que nos repiten una y otra vez que hay que recuperar la confianza de los mercados y avanzar en las reformas estructurales de la economía. Como si cuatro años y el fracaso empírico de sus recetas no bastaran para cambiar de rumbo, al contrario, siguen empecinados en su guerra ideológica en la cual nosotros no somos más que efectos colaterales que en algún momento, según ellos, el libre mercado corregirá.

Este es otro otoño en donde 526 familias todos los días son expulsadas de sus casas mientras contemplan por última vez en el televisor del salón que el rescate a la banca privada española, al final rondará los 57 mil millones de euros. Este es otro otoño en que la palabra crisis suena con más fuerza que un te quiero susurrado al oído o gritado en las grandes avenidas, las novelas históricas o libros de auto ayuda transformados en best seller, copan todos los vagones del metro por la mañana temprano y por la noche. La poesía está ausente pero por lo menos se sigue leyendo ante la hegemonía de los móviles y sus prestaciones que son mayoría en todos los horarios, en todos los espacios públicos o privados.

Son días en que lo mismo Rajoy se fuma un puro caminando por Nueva York, mientras en Andalucía se confirma que otra vez un depósito de droga con custodia policial ha desaparecido durante el verano. Catalunya quiere la independencia y rebotan los histéricos en Madrid. Los juzgados vuelven a estar atochados de juicios por corrupción política y empresarial, los personeros del statu quo insisten desde sus columnas de opinión que nadie puede poner en tela de juicio a las instituciones democráticas. Desde su escritorio intentan en vano conectar con un pulso social que ya va calles más debajo de su pluma; los viejos se quedaron sin tinta y los jóvenes sin la necesidad urgente de rebuscar folios en la basura de la historia patria para reescribirla. 
Mientras tanto don Manuel sigue viviendo en su coche como hace meses casi al lado del mar, todas las noches nos vemos. Yo al salir de un trabajo con fecha de caducidad, él se queda ahí, aprisionado en el espacio en donde el objetivo de encontrar trabajo se traduce en un incesante martillear que no lo dejará conciliar el sueño durante toda la noche.
Y así vamos tirando.