Sucedió hace seis meses en otra batalla de los estudiantes chilenos por recuperar la educación pública que aún continúa. Un cantaor popular con su guitarra al cuello está plantado en la calle entorpeciendo el avance de los carros policiales que aquella mañana, como tantas otras, tienen la misión de reprimir a los adolescentes y jóvenes que hace mucho perdieron el miedo. Y ahí sigue él, dando la espalda a las fuerzas especiales y a su carro lanza aguas que en un primer momento amaga con esperar a que termine el tema para luego enfocar a su objetivo con su chorro preciso que golpea una y otra vez al músico callejero que no se acojona y resiste como puede aquella presión. Pese a las deficiencias técnicas, el cámara fue capaz de registrar el hecho, aquel se convirtió en un gesto poético y de ahí a transgresor contestatario cuando el hombre en el escenario de su cotidianidad se descuelga el instrumento- su compañera cómplice- para destrozarlo con furia sobre el pavimento con cinco o seis golpes mortales. Luego mira la madera esparcida por la calle y se va caminando seguramente con el corazón fracturado pero ya nunca más roto por lo que no se hizo con determinación en el momento preciso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario