abril 30, 2010
Redadas racistas en España
Redadas racistas en Granada
Puede ser a las afueras de una oficina postal, en la estación de RENFE, en las calles del barrio del Zaidín un viernes o sábado por la tarde, en Plaza Nueva, fuera de uno de los cientos de locutorios que germinan por la ciudad. A mí el control policial racista me cogió en la estación de autobuses de Granada una noche que esperaba a mi pareja que venía de Madrid. No suelo ser puntual, pero llegué veinte minutos antes así que me senté en la sala principal y me dispuse a leer la última edición de El Jueves. Y mientras me descojonaba de la risa, de repente mi vista se clavó con los cinco policías nacionales que miraban hacía uno y otro lado antes de descender por las escaleras y así cumplir con su misión de cazar inmigrantes ilegales. Hace más de un año que el Ministerio del Interior español implementó la política de redadas masivas exclusivamente hacía el colectivo inmigrante, del mismo modo aceleró la deportación Express saltándose la misma Ley de extranjería reformada una y otra vez por el Gobierno de Zapatero. La orden es clara; detener, si es posible a los tres días enviarlo a un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), y en el peor de los casos, dejarlo en libertad con su orden de expulsión en la mano para que le sea aún más difícil buscarse la vida.
Primero cogieron a tres subsaharianos que minutos antes habían descendido del autobús. Después fueron a por el grupo de bolivianos que tenían su macuto de trabajo en los pies. La noche estaba floja para la poli y sus cupos de inmigrantes; ya habían controlado a más de veinte latinos, subsaharianos, marroquíes, hasta a un negro afro lo hicieron identificarse pero cuando sacó el pasaporte de United States los agentes ni siquiera se molestaron en verificar su identidad, es probable que alguno haya soltado un sorry andaluz que dejaría perplejo al guiri. Uno de ellos se paró frente a mí. Identificación, balbuceó con mala leche. Sospeché que en ese momento si le hubiera dicho que no tenía, una sonrisa se le hubiera dilatado en su rostro parco, una simple arruga de felicidad porque la noche comenzaba a dar buenos frutos para sacar de circulación a los sin papeles, no sólo era una orden sino que un servicio al país en estos tiempos de crisis económica.
Y ahí me retuvieron diez minutos a la espera que desde la centralita policial le confirmaran la mala noticia; que mi NIE era legal y que no estaba en búsqueda y captura, pero si bajo sospecha eterna.
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