Son las diez de la noche del sábado 6 de diciembre en el barrio de Exarchia, en el centro de Atenas. Mientras algunos toman un café caliente tras el cristal de una cafetería, en la calle, un grupo de jóvenes estudiantes se encuentran con dos policías que patrullan aquella manzana en donde muchas iniciativas políticas de carácter izquierdista o antisistema tienen encuentro, además de la movida griega de fin de semana. Los agentes y los estudiantes se insultan mutuamente, y algunos testigos señalan que estos últimos le lanzan botellas de agua - plástico o cristal da lo mismo- otras vecinas aseguran que uno de los agentes increpaba a los jóvenes mientras se agarraba los genitales. Una mujer, desde quizás una octava planta, coge el móvil y comienza a grabar la intersección de una esquina en donde se oyen voces altas, pero en donde nada de lo que pasa se ve porque la noche está muy cerrada y los copos de los árboles muy tupidos. De pronto dos tiros secos sobresaltan la mano de la vídeo aficionada; la cámara se mueve, se oyen gritos, y luego se ve a dos hombres corriendo calle arriba, quizás ya intuyendo que la han cagado.
A los quince minutos del gatillo fácil fallece a los 16 años el estudiante de bachiller, Alexandros Grigoropoulos. La noticia se esparce por toda Grecia con más rabia que resignación, espontáneamente la gente sale a la calle a ocuparla y ganar posiciones con la acción directa mientras lentamente comienza a fracturarse la información gubernamental, que repite una y otra vez, que Alexandros y otras decenas de jóvenes habían intentado quemar el furgón policial y de ahí la reacción preventiva de los policías. Nadie se imagina por entonces que aquellas primeras barricadas y masivos enfrentamientos contra la policía son sólo el comienzo de una revuelta social juvenil que pone en jaque al ya debilitado Gobierno del conservador derechista, Kostas Karamanlis. El plomo policial encendió la mecha de jornadas violentas que ni la detención de los policías implicados en el asesinato ha logrado amainar.
Son días agitados, por la muerte de Alexandros, por la cesantía juvenil griega que se empina por sobre el 20% precarizando aún más el futuro. Muchos salen a la calle hastiados de la nueva moda europea de represión policial enfocada sobre todo a los grupos anarquistas y de autogestión, lo mismo ocurre con la población juvenil francesa e inmigrante de la zona norte de París después de su rebelión de los coches ardiendo, ahora a ellos los vigilan con pequeños aviones no tripulados para seguridad de
La acción directa de grupos anarquistas y otros muchos surgidos en el marco del movimiento antiglobalización que nació formalmente en Seattle (noviembre de 1999) ha dinamizado y organizado subjetivamente el enfrentamiento territorial. Los grupos griegos están a la vanguardia europea en torno al tema de la acción directa, son dinámicos y capaces de transformar la espontaneidad en resistencia organizada ya sea para bloquear un desalojo de un CSO (Centro Social Ocupado) o como por estos días para mantener activa una revuelta no anunciada que ya lleva cuatro días.
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