abril 03, 2012

Tiempo de partir (O la Granada que yo viví)



Esta es una ciudad que te va atrapando sin darte cuenta. Te mete mano sin sonrojarse en algún callejón del barrio del Albayzín, el Realejo o lo mismo por la cuesta de los chinos donde los turistas aún escasean. La mayoría de las veces Granada te apuñala a mansalva con una melancolía extremadamente bella mientras ondula la luz de la tarde en el palacio de la Alhambra y sus paredes arcilla se vuelven rojizas. Desde el fondo una sierra completamente nevada nos recuerda en pleno invierno que somos unos privilegiados por tener ese solcito sureño que rara vez amenaza con dejarnos a oscuras. Sólo hay que desplazar la vista hacía la derecha para observar desde lo alto, lo caótico en que se convierte la vuelta a casa a eso de las ocho de la noche. Las luces de los coches son un ir y venir, hay tantos, como personas en una ciudad pequeña que con la capital y sus pueblos circundantes no llega al medio millón. Entonces hay que enfocar un poco la mirada más allá de la arquitectura árabe, cristiana y la de las últimas décadas a manos de los arquitectos de la urgencia, para terminar justo en el lugar donde teóricamente termina la ciudad capital y aparece una histórica vega granadina. Al día de hoy, aquello no es más que una fragmentación de cultivos atravesada por una autovía de ocho carriles y multitud de vías de servicio que conducen a naves comerciales, centros de consumo, fábricas cada vez más desoladas o a uno de los tantos puty club de carretera con el rótulo luminoso de Don Pepe o La Geisha.

Se podría decir, sin exagerar, que es una ciudad atrapada por su historia de batallas entre moros y cristianos, salpicada de sangre, de expulsiones, reconquistas y dónde Colón entregó los planes de su aventura, que derivaría en colonización, a los Reyes Católicos. Esta es una tierra de derrota profunda para el Islam, de nacionalismo católico extremo con la muerte de Mariana pineda por mujer libertaria y pecadora. Luego sería el turno de Federico García Lorca y de tantos otros miles que en esta ciudad murieron, lo mismo en algún punto entre Víznar a Alfacar o en las murallas del cementerio de San José desde donde sus cuerpos agujereados desaparecieron. Granada es una ciudad de gestos canallas; el ayuntamiento una y otra vez retira desde las tapias externas del cementerio las placas recordatorias que ahí colocan los familiares de los desaparecidos y organizaciones por el rescate de la memoria histórica. El otro bando y sus muertos tienen su lugar dentro de las tapias, en un patio no muy lejos de la entrada bajo un imponente “Aquí yacen los caídos por dios y por la patria”. En sus lapidas no sólo están sus nombres sino que la síntesis ideológica de los sublevados. (…) Murió lleno de fe invocando a nuestra madre santísima La virgen de las angustias. (…) Murió asesinado por los rojos, por sus cristianas creencias y recta conducta.(…) Murió como cristiano y valiente peleador contra los enemigos de dios y la patria……

En la Granada que yo viví, los granadinos con su mala follá lo mismo una mañana de cualquier día te mandaban a la mierda o te encontrabas con otros que abrían ya no sólo su casa sino que su corazón a un desconocido. Desde ahí surgieron amistades hermosas, las primeras de ellas hoy están en París y el Líbano. Esta es la ciudad de los millares de bares, de una escena musical potente en diversos estilos desde dónde se exportan discos y siempre hay una cartelera agitada. Aquí lo mismo se respira un aire de provincianismo rancio como furiosas oleadas de multiculturalismo que siempre han estado presentes en la ciudad, pero eso sí, siempre lejos de la toma de decisiones.

Granada está atrapada entre la caña, la tapa y el turismo de la Alhambra, el día que desaparezcan, sus gobernantes se llevarán las manos a la cabeza y desde el balcón del ayuntamiento, ya no representarán la reconquista de Granada y su aroma facha los primeros de enero de cada año, sino que por primera vez preguntarán al pueblo granadino ¿y ahora qué cojones hacemos?

En esta ciudad es posible llegar a ganar el ayuntamiento una y otra vez prometiendo que no se crearán carriles bicis en el centro de la ciudad sino que en la periferia para sólo ir a hacer deporte. Personajes como el Alcalde Hurtado (PP) aún desconocen los parámetros de una ciudad sostenible por eso junto con los empresarios locales año tras año intentan consolidar su proyecto de un telesilla que conecte Granada capital con la estación esquí de Sierra Nevada, porque según ellos, la carretera y los 120 kilómetros de pistas esquiables se han quedado pequeñas. Su sueño es de hacer del Parque Natural de Sierra nevada un souvenir de cables y más esquiadores al estilo de las piscinas chinas.

En la Granada que yo viví, el botellón de la fiesta de la primavera o de cualquier otro día siempre ha convocado más gente que una manifestación política. El único movimiento político social alternativo que ha crecido en Granada en los últimos años es el de los Okupa, será porque según el registro de propiedad sólo en la capital hay más de 15.000 mil viviendas vacías y muchos sin casa. También es constante la proliferación de asociaciones de huertas ecológicas autogestionadas, de pequeños centros culturales con algo más de contenido del intentar hacer algo y satisfacer sus necesidades personales, iniciativas editoriales pequeñas van al alza pese a la situación económica. Lo que se mantiene igual y después de la reforma laboral del PP con más ahínco y desparpajo, es esa actitud cateta empresarial andaluza que aún siguen pensando que ellos te hacen un favor a la hora de contratarte. Muchos de ellos con estos tres meses de Rajoy y su reforma laboral, ya se dan por satisfechos.

Todos los años se remodela la pequeña Gran Vía granadina o las calles por dónde transitan los millones de turistas. Sectores como el polígono del Almanjayar, Casería del Montijo, algunos barrios de la Chana y el Zaidín, Santa Adela, en fin, los barrios populares dónde también viven granaínos durante años han sido abandonados a su suerte. Por otro lado, el que visite esta ciudad nunca podrá decir que se angustió de sed una madrugada de cualquier día intentando buscar un bar abierto porque abundan y casi siempre es posible rasgar ya no el amanecer, sino que salir a la mañana siguiente del clásico after clandestino, que últimamente parecen haberse multiplicado producto de la crisis económica.

Ahora es tiempo de irse de la ciudad que uno lo ha cobijado más de ocho años porque sencillamente ya no tenemos nada nuevo que ofrecernos, así de simple y complejo. Estamos hastiados el uno del otro, sin embargo, cada caminata por su cuerpo ha sido una despedida de dos eternos amantes sin reproches. He vagado los últimos cuatro meses por sus entrañas apostando por una reconciliación que nunca llegará porque ella siempre se ha mantenido igual ante el avance de los tiempos; el que tiene que acoplarse es uno, hasta que llega el momento vital de volver a partir. Yo me largo, pero de seguro otros llegarán para hacerla suya y terminarán enamorándose perdidamente de ella. Alguno de los que parió volverá después de rular por el mundo agitado en que vivimos, los otros, en algún callejón de otra parte, recordaremos aquel primer tiempo granadino como algo mágico en el cual la noción de juventud eterna, cariño, música, cultura española-árabe-gitana y aprendizaje cotidiano alargaron sin darnos cuenta su estancia en ella.

Me voy con la certeza de saber que ahí donde vaya, mi identidad- mixturas a estas alturas- siempre estará robustecida por aquella escala en el viaje que se ha llamado Andalucía. Salud por ello, y sobre todo por ella, por la Granada que yo viví.


PD: Entre las elecciones andaluzas que pararon la depresión del PP en despeñaperros y el movimiento social que se vio en las calles granaínas este 29 de marzo de Huelga General, uno se va convencido de que ante un 35% de paro en la capital y perspectivas cada vez peores, la gente no quiere quedarse en sus casas sino que salir a la calle porque así como están las cosas, y dejándose de majaderías pseudodemocráticas, es el único espacio en donde ahora mismo es posible construir algo y rasgar un poquito de felicidad para esta larga batalla, histórica se podría decir, que se dará en España este 2012. Así como hoy los telediarios muestran la violencia de las protestas en Barcelona, en la calle y en millones de casas hoy se sigue pensando que violencia es no poder, ya no llegar a final de mes, sino que siquiera a la mitad. Parafraseando a Gallardón, se podría decir que existe una violencia estructural del sistema político financiero económico capitalista a la hora de joder a la clase trabajadora haciéndola subsidiaria del rescate a la banca privada y del coste social de otra crisis sistémica del capitalismo mundial.



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