abril 15, 2010

Una noche que pintaba tranquila


Es el ocaso de la tarde de un martes cualquiera en un bar perdido de la calle Navas. La barra esta desierta y los cristales de la puerta se empañan con las bocanadas de calor que expulsa la trompeta de Jerry González y sus piratas del flamenco, vía spotify. No espero la llegada de algún sicario económico de la SGAE, que allanan peluquerías, bodas, funerales, partidos de fútbol, bares, representaciones teatrales infantiles y cualquier lugar en donde emane una nota musical para estampar su canon artístico vía tribunales. Tampoco esperaba la visita de algún islamista radical entrando con un cinturón de explosivos para inmolarse en nuestra soledad. Al que menos esperaba era al Arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, el mismo que no hace mucho declaró que toda mujer que aborta merece ser violada y abusada sexualmente. A este personaje se lo suele ver por los restaurantes de la plaza de toros degustando los buenos banquetes que provee el dinero, los contactos y la blasfemia divina. Afuera llovía a discreción y la temperatura bajaba. Dentro del bar no esperaba clientes sino que sólo pasajeros en tránsito que hicieran un alto para tomarse un riberita con la clásica tapa, como la pareja de belgas que estaban en la primera mesa con labios color tinto y contemplando como el agua se convertía en nieve tras el cristal.
            Cuando escuché el chirrear de la puerta desde el pequeño zulo transformado en cocina, supe que llegaban clientes. Habían cinco pasos desde ese lugar y la barra en donde se tenía una visión plena del bar, en esos segundos descarté que fuera Mamadou o algún otro joven senegalés ofreciendo música y películas porque desde hace mucho le tienen pillada la maña al chirrear; son delicados hasta en los momentos más pedestres del callejear. Pensé en el paquistaní y sus rosas, pero recordé que ya había pasado hace una hora y que no volvería hasta las diez y pico para hacer un último barrido, antes de moverse hacía el Realejo. Cecilio tampoco podía ser el visitante porque su voz ronca se hacía notar, seguramente en otro sitio del cuadrante central de la ciudad proseguiría con su batida diaria y particular por recuperar la mayor cantidad de cigarrillos que le fueran posibles. A Pepe, otro eterno personaje de la calle Navas, lo habían enterrado hace no más de una semana, con la soledad como testigo de fe.
             Lo que pintaba para una noche tranquila se transformó en una hora y media de pesadilla verbal a la cual asistí en calidad de oyente detrás de una barra de la cual no podía escapar. A mí no me interesaba volver a escuchar la clásica frase de que en el franquismo se vivía mejor, para luego seguir con Zapatero, la crisis económica socialista, para rematar con un brindis por el ascenso de la extrema derecha que gana terreno no sólo en  España sino que en Europa entera. Eran egresados de derecho de la UGR y no tenían más de treinta años; pijitos vestidos con su camisita- aún planchada por la madre o la criada de esta-  y polos del estilo de las nuevas generaciones del PP; colores opacos rancios o chillones amariconados para llamar la atención. Su conversación no era privada sino que amplificada con soltura a todo el bar. No estaban borrachos, pero si en evidente estado de intoxicación popular después de haber asistido el domingo pasado al multitudinario mitin de Rajoy en Granada. Sospecho que las banderitas azul y blanco con su gaviota llevan algún tipo de acido que al agitarse en dirección a sus líderes provoca ese sopor de éxtasis verbal que a esa misma hora se reproduce en Chile en boca de los neo pinochetistas de ayer y de hoy.
            Comenzaron brindando por la última encuesta del fin de semana que confirmaba la tendencia de que el PP hoy ganaría las elecciones no sólo en España sino que en Andalucía, para luego desvariar sobre los carlistas, los muertos rojos de la guerra civil, los inmigrantes y su impacto en el cambio climático, el papel de las cofradías en estos tiempos en que España se desintegra…. Recordaron con nostalgia surrealista- aprendida quizás en algún cortijo granaíno de la familia rancia - las historias de los vencedores de la guerra que seguían extrañando el franquismo. Alguno afirmó categóricamente que España en 1975 era la octava potencia mundial?  Me acerqué al grifo de cerveza por una caña y mientras esta descendía al vaso me percaté que los ojos de los kamikazes verbales tenían ese brillo beligerante y vacuo que lo mismo había visto en la extrema derecha reaccionaria del oriente boliviano, como en Cualquier callejuela chilena o barrio acomodado de Quito, Roma, Lima, Madrid o París..   Los fachas de aquí y de allá no es que estén de vuelta, sino que sencillamente nunca se fueron.

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