noviembre 26, 2008

El hombre lector

Un hombre lector con su cuerpo saturado de noticias está sentado en el centro histórico de Málaga. Cuando cae alguna moneda en el tambor con ranura, cambia de pierna y página, sumergiéndose nuevamente en ese mar de letras que no son exclusivas del Mediterráneo sino que del mundo entero. Las noticias; tendenciosas, falsas, alarmistas, que anuncian otra tragedia, que lo mismo informan o intoxican, todas ellas se dan cita en esta intervención económica- estética que tiene el mérito de pasar de un hombre estatua bien logrado a una provocación reflexiva sobre el papel y lo que aguanta este. Algún transeúnte distraído seguramente pensará que aquella imagen es una campaña publicitaria subliminal de alguna repartición pública del área de cultura o del grupo Vocento y Prisa, en conjunto, animando a leer los delirios de aquello que hoy se interpreta como prensa seria. Otros sólo dan un repaso visual al hombre lector y siguen su camino pensando –como hace meses- que hacer con la cuota de la hipoteca del piso que se compró una mañana de no hace mucho, ilusionados por la tenencia de la propiedad con veinte y pocos, embriagados por ese consumismo democrático español que enseñó a los críos que tenían que saltar de la casa de sus padres a piso nuevo a estrenar y sobre ruedas. Algunos nihilistas de la realidad, que siempre te lo encuentras en algún bar con la copa bien cogida, te repetirá una y otra vez que él no lee la prensa ni ve los telediarios porque intoxican su pequeño reducto inestable que construye en soledad leyendo a los clásicos. Hace algunas semanas el Alcalde de Madrid, Luis Alberto Gallardón, anunciaba que por las calles de la capital española ya no se verían más hombres anuncio por el carácter “indigno” del trabajo y porque aquello acentuaba la contaminación visual. Molesta al liberal de derechas del Partido Popular aquella imagen de hombres y mujeres que alquilan sus cuerpos por hora para pasearse con carteles que lo mismo compran oro o anuncian que el kilo de chuletón ibérico está en oferta. En ciertas fechas por las calles de Granada se puede ver a grupos de chicas vestidas de sevillana con sus tacos y vestidos coloridos paseando en alto el cartel que anuncia otra oferta. En Santiago de Chile también los contratan con su traje típico para convertirse en uno más de los miles de soportes humanos de la publicidad. También en ciudad de México, África, Norteamérica.. Si uno hiciera un recuento de los trabajos, oficios y profesiones que pudieran catalogarse como “indignos” seguro que el sentido común de Gallardón amplificaría su contenido para reflexionar un poco más antes de dictar sentencias moralinas para la galería mediática.

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