Pasan las horas y la situación en Libia se deteriora en el enfrentamiento armado y la disgregación social. Los enroques políticos del exterior tampoco traen buenas noticias; algunos piensan ya en una intervención militar para poner orden, y de paso, controlar otro grifo de petróleo. El Consejo de Seguridad de la ONU ha congelados los bienes del clan Gadafi en el exterior e impuesto un nuevo embargo de armamento. Hasta hace sólo dos semanas países como España, Italia, Alemania, Francia, y la Unión Europea en general, vendían armas a diestra y siniestra al régimen de Gadafi.
Después de la reconciliación de 2003, Gadafi se convirtió en el socio estratégico en lo comercial, sobre todo para abastecer de crudo a las sociedades europeas y su alto consumo. Al mismo tiempo, se transformó en un aliado en la guerra contra el terrorismo, lo que le sirvió como excusa para barrer con los opositores islamistas y todo aquel que quisiera algo más. Entonces nadie dijo nada. Al año siguiente de volver a pasearse por el mundo con su jaima, comenzaron las reformas estructurales de la economía. Los siempre caprichosos funcionarios económicos internacionales, que hasta no hace mucho se paseaban por Trípoli alabando la contención del gasto social y felicitando a Gadafi por su apertura económica, no perdían oportunidad para ensalzar a su nuevo alumno de medio oriente que cabalgaba en el neoliberalismo. Muchos de los avances sociales se ahogaron en los últimos siete años producto de los efectos colaterales.
Gadafi supo utilizar la posición geográfica de Libia, como punto caliente en la ruta de la inmigración clandestina hacía Europa. Aquello se tradujo en una implacable represión a la inmigración -sobre todo subsahariana- que se hace a la mar para llegar a Italia, también para los inmigrantes en tránsito y los que eran relocalizados en los CIE de Libia a la espera por una respuesta a la solicitud de asilo, que nunca llegaría. Su amigo y socio Berlusconi ha puesto también fin al Tratado de Amistad Italo-Libio de 2008 que se firmó paradójicamente en Bengasi, la segunda ciudad del país que hace días ya controlan los rebeldes.
A esta hora Estados Unidos moviliza su flota en aras de una posible intervención extranjera que de existir será enmascarada como ayuda humanitaria. Muchos medios de comunicación se esmeran en incidir hacía esa resolución del conflicto. Desde los territorios arrebatados al control de Gadafi también llegan las voces de los rebeldes que no están por la vía de la invasión. La del intervencionismo ya está en marcha fuera de Libia y en las ciudades que están bajo el control de los rebeldes. Imposible saber si a esta hora en Libia hay más mercenarios africanos a las ordenes del clan Gadafi, o si son, superados por los agentes de inteligencia de occidente desplegados en terreno. Ya EEUU ha afirmado que trabaja en las ciudades que controlan los rebeldes.
Una cosa es la revuelta popular masiva del pueblo libio y sus demandas que ellos concretarán, y otra muy distinta, es sumarse a los ecos que quieren hacer de Libia otro estado fallido para la tranquilidad del bienestar occidental.