El problema para la periodicidad de un blog nunca debiera estar dado por la imposibilidad de la conectividad a la llamada red global, ni por el clásico apagón tecnológico que lo mismo afecta a las plantillas o programillas de la autorrealización.
Por el contrario, todo blog debiera dejar de actualizarse cuando uno siente que las palabras más que contenido y musicalidad se transforman en una nota sostenida de necrosis que se come los contornos internos-externos de lo que uno intenta resignificar. La necesidad de escribir -como acto primario- debiera siempre aspirar a ser ejecutada con la candidez del primer manoseo a las afueras del instituto una tarde lluviosa en que los parroquianos huyen despavoridos por las calles tras el halo otoñal que recién comienza.
Las nuevas territorialidades virtuales no dejan de mejorar sus prestaciones mientras los contenidos que generamos se van constriñendo en el espacio vacío de un folio ya damnificado; la palabra en su dimensión más concreta ha sido infectada por el virus de la inmediatez posmoderna con su coraza individualista y su portátil bajo el brazo.
Después de más de cinco meses de silencio este pseudo blog- que nunca ha querido serlo pero ocupa aquella plataforma sin mayores reparos morales- vuelve a la actividad espasmódica no porque los tiempos lo requieran, sino porque los latidos interiores vuelven quizás a dar la nota dentro de un silencio abismal que se padece de vez en cuando.