septiembre 25, 2007

Murió Marian


Hace dos semanas Marian se prendió fuego a lo bonzo frente a la Subdelegación de Gobierno en Castellón. Anteayer murió solo en el hospital la Fe de Valencia. Su mujer y sus dos hijos que habían presenciado el hecho, partieron a Rumania hace unos días gracias al aporte económico de algún particular y ONG. De no haberse quemado Marian, todos seguirían juntos en su peregrinar diario por las instituciones públicas en búsqueda de esos 400 euros tan necesarios para costear los pasajes de retorno al este europeo después de la pesadilla que la familia había vivido en su experiencia emigrante en los campos españoles.
Las imágenes de aquel día mostraban a un hombre de 44 años atenazado por la desesperación de una realidad agobiante que lo reconoce como nuevo ciudadano europeo pero sin derecho a trabajar en España hasta dentro de dos años. Por lo tanto, quedaba excluido de toda repatriación voluntaria a la que pueden acogerse los inmigrantes no comunitarios. Pero Marian no quería esperar, tampoco quedarse en España, el sólo había sido empujado hasta aquí por una promesa de trabajo que multiplicaba sus expectativas económicas. El trabajo en sí no existía y malvivieron de un lugar a otro en el campo español; lo único que pedían era poder volver a Rumania a la humilde casa, que quizás, nunca debieron dejar atrás.
Por estos días miles de inmigrantes se trasladan de un lugar a otro de la península ibérica para coger un jornal que ayude a ir tirando. Los que tienen papeles (autorización para residir y trabajar) cobran unos 42 euros al día, los que no, pueden llegar a cobrar hasta 20 euros y menos dependiendo si hay intermediarios y el patrón cumple la palabra empeñada. La única certeza es que hay que dejar todo en el tajo durante diez horas y luego volver a malvivir en alguna barraca, descampado, los pocos que tienen suerte consiguen una plaza en algún albergue municipal creado para la ocasión. Siempre faltan camas para los magrebí, latinos, europeos del este y subsaharianos que hacen la ruta de la sobrevivencia.
Marian pertenecía al numeroso colectivo de rumanos que van en búsqueda de la vendimia o vienen de la recolección de fresas. Familias extendidas de etnia gitana que instalan campamentos a las afueras de los pueblos para poder vivir y a la semana siguiente son desalojadas por la policía local y la Guardia Civil. Alquilar un piso para este colectivo resulta casi imposible por la documentación y el prejuicio social-mediático que los acompaña. Pero muchos no quieren esa opción y se decantan por el nomadismo familiar y rara vez recurren a los organismos locales de bienestar. Otros, como Marian, sencillamente están metidos en un laberinto desgarrador por un error de cálculo en la ecuación de la vida que pudo haberse resuelto con 400 euros.
Ahora el cuerpo de Marian está en el depósito de cadáveres a la espera de que algún familiar lo reclame para repatriarlo. Es probable que en un gesto humanitario el gobierno español decida correr con los gastos para así aligerar la carga dramática que desató su cuerpo envuelto en llamas a la hora del telediario.

septiembre 15, 2007

Plantillas o narrativas fugaces




Su estética grabada en algún muro, fachada, puerta o edificio público, nos hablan de una narrativa social del descontento que bombardea las ciudades con mensajes provocadores en donde se economiza la palabra para poner en circulación una serie de reflexiones e ideas fuerza que atentan contra los valores fundamentales de la sociedad de consumo y las relaciones de poder en todo ámbito de la vida.
La temática es tan amplía como las subjetividades que subsisten tras la mano que rosea el muro con spray. Militantes del arte callejero que desarrollan su crítica social en los espacios públicos y no ante la televisión observando el telediario, cronistas del relato visual breve que nos interrogan sobre el control de nuestras vidas, la plaga inmobiliaria, el hambre en África, la precariedad de la vida y la privatización sentimental del ser humano.
Un grito potente y fugaz que permanecerá tatuado en el cuerpo social y su espacio público bajo el capricho silencioso del tiempo y el azar. Imágenes que procuran poner en contradicción y abrir puntos de fuga que se decantan por un fino humor negro que poetiza con furia sobre la libertad de movimiento en la Europa Comunitaria o espasmo visuales que hablan de la violencia machista y que algún maltratador ve por casualidad en la esquina de su casa. También hay otras que sólo buscan que un chiflón de sensaciones placenteras te recorra el cuerpo aunque sea por un segundo en tu tránsito cotidiano.
Las fotografías que continuación aparecen son parte de un proyecto que tiene por objetivo la documentación gráfica de las plantillas en la ciudad de Granada y su interacción social. Asumimos el trabajo como la posibilidad de rescatar la memoria de la fugacidad de los muros, a través de la fotografía no sólo se busca la documentación del hecho en sí y su complejidad temática sino también permitir multiplicar su discurso en otros soportes, transformando así nuestro trabajo en una correa transmisora entre el artista, el muro, la fugacidad del tiempo y el ojo que nunca la ha visto o no ha querido verla.
Las fotografías han sido tomadas el año 2006 y 2007 en la ciudad de Granada . Fotografías Ronald Plaza & Rodrigo Soto.

Fotografias Plantillas
http://www.flickr.com/photos/tisuquiearth/sets/72157602060122948/