junio 23, 2008

La Doctrina del Shock: Los padres y su criatura (apuntes I)


En los años cincuenta el psiquiatra, Ewen Cameron, estaba obsesionado en investigaciones prácticas que contribuyeran a transformar la mente humana en un estado puro sin memoria; una tabla rasa en donde reeducar al elemento del cuerpo social que se había desviado de su funcionalidad ante la realidad que vivía. El padre del electroshock no sólo descargó su ira a través de impulsos eléctricos sino que aisló a sus prisioneros de todo contacto sensorial que pudiera ayudarlos a reescribir o solidificar su historia. Los drogó con LSD, los privó del sueño, de las rutinas diarias, jugo con el frío, el calor, con ruidos ensordecedores y posturas corporales. Con los años sus investigaciones y métodos de tortura fueron perfeccionados por la CIA que terminaría aplicándolo en cualquier parte del mundo en donde hiciera falta doblegar al otro con un tratamiento de shock. Los prisioneros de Guantánamo, las cárceles secretas de la CIA repartidas por Europa, Asia y África y los vuelos secretos que deslocalizan prisioneros que durante años no existen en ninguna lista; son hoy la última expresión de está práctica de tortura normalizada por la guerra globalizada contra el terrorismo islamista.
Por aquel entonces otro hombre obsesionado con la teoría de la libertad de los mercados también soñaba con la posibilidad de una tabla rasa económica; una economía en estado de capitalismo puro sin distorsiones y si las había, estas debían ser corregidas con shock políticos sobre los países para que se sumaran al tratamiento económico. Su nombre era Milton Friedman, y su laboratorio ideológico era la Facultad de Economía de la Escuela de Chicago donde se formaron centenares de economistas chilenos, mexicanos, brasileños, argentinos, uruguayos.. Todos tendrían su oportunidad en la década de los setenta y ochenta de aplicar sus shocks económicos a la población mientras las dictaduras militares se decantaban por el asesinato, las desapariciones, la tortura y la violencia sistemática que terminarían por doblegar al cuerpo social que entraba en la larga resaca del desamparo.
Naomi Klein dice que “los golpes militares (en América Latina) prepararon el terreno para la terapia del shock económico” y no se equivoca tampoco al afirmar que “aquella fue la primera victoria de su contrarrevolución global. Luego vendrían los otros shock económicos que se aplicarían a esos mismos países que venían dejando atrás la bota militar y entraban en el desencanto de las jóvenes democracias que nacían coaccionadas por el implacable y evidente triunfo del neoliberalismo tras la caída del muro de Berlín. El japonés Fukuyama ya había lanzado su dardo venenoso sobre el fin de la historia; la derrota del comunismo del este no era el fin de una ideología sino que la de la historia como tal. Así entonces la historia de todos podía ahora ser rescrita a través de la profundización y la aplicación de shocks de deudas, precios, monetarios, de la venta de toda la estructura estatal que antes no habían sido rematadas, se flexibilizó aún más la precariedad del empleo, se redujo el gasto público, nunca como antes el futuro se vio tan agrio a medida que las transiciones políticas del cono sur hipotecaban el futuro económico de la población a través de un ajuste estructural de la economía.
El shock de la pícana eléctrica dio paso al shock de la deuda externa (schock Volver) y al nuevo orden de la economía mundial desregulada y cada vez más volátil.
En el año 1985 Bolivia venía saliendo de la dictadura de Bánzer con una súper inflación de seis dígitos. Para terminar con aquel panorama se contrató al joven economista, Jeffri Sachs, que al poco andar se convertiría en el nuevo “doctor shock” al trasladar todo el coste social hacía los pobres por medio de una terapia de shock extrema que tenía la compensación de recibir créditos. La población no lo supo hasta que el Gobierno de Paz Estensoro ( que durante años había construido una economía desarrollista ) lo hizo público; se aplicaría un Gobierno de corte neoliberal profundo y de golpe. Los sindicalistas fueron apresados, la resistencia civil aniquilada por el bien de la libertad económica y se hizo costumbre que los programas políticos de la izquierda que llegaban al gobierno terminaran archivados en el almacén de las buenas intenciones. Los socialistas chilenos en 1990 tras la dictadura de Pinochet decidieron olvidar sus promesas electorales que versaban sobre la justicia social en aras de un fin mayor que significaba, según ellos, la estabilidad democrática. En Argentina también se repetía el proceso aunque este ya estaba mucho más avanzado en su apetito destructor que tenían en estado de coma a la ex clase media y para que decir como vivían los otros que nadie quería ver. En Polonia todo vino de pronto; cayó el muro de Berlín y el intervencionismo soviético en el este europeo, la algarabía se extendió por todos los territorios, se destaparon centenares de botellas de champagne en las calles como en las oficinas comerciales alejadas a miles de kilómetros de la nueva zona cero. Lech Walesa el líder de Solidaridad también en pocos días sorprendió a los polacos con medidas neoliberales extremas que en semanas redujeron el tamaño del estado, echando a la calle a miles de trabajadores, luego sin inmutarse un pelo troceo las empresas públicas y los astilleros; el símbolo de aquella larga lucha por la libertad política.
A Sudáfrica le tocaría también su dosis de schock económico si quería dejar atrás el apartheid blanco. Los chinos ante el descontento económico que estaban provocando la segunda oleada de shock neoliberal se echaron a la calle y juntaron sus cuerpos en la plaza de Tiananmen. Aquello acabaría en un reguero de muerte en donde se dejaba claro que en china la única libertad posible en el futuro sería la económica y aquello fue bendecido por las corporaciones financieras internacionales y su reguero de gestores políticos. El shock económico que se profundizó transformó a China “en el taller industrial de mano de obra barata del mundo y, por tanto, en la ubicación preferida de las plantas de producción subcontratadas por prácticamente todas las multinacionales del planeta. Hoy 2900 hijos de funcionarios del Partido Comunista (los principitos) controlan una riqueza de 260.000 millones de dólares.
Los resultados en Rusia no pueden ser más pesimistas después de aplicar repetidas terapias de shocks económicos, políticos y militares. (Chechenia) Hoy más del 40% de la población vive bajo la pobreza, contrastando con el pequeño grupo de oligarcas multimillonarios nacidos tras las privatizaciones de la estructura estatal.

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